viernes, 16 de octubre de 2009

La enredadera, Josefina R. Aldecoa

Josefina R. Aldecoa devora a las mujeres. Y se podría decir que literalmente si fuéramos fieles a la raíz de la palabra y en este caso quisiera expresar que se come a una mujer y la convierte en literatura. Así pues: Josefina R. Aldecoa devora literalmente a las mujeres. Porque La enredadera dicen que narra la historia de dos mujeres, Clara y Julia, con un siglo de diferencia. Y yo discrepo. Yo creo que La enredadera narra la historia de todas las mujeres que existen y que están por existir. Yo, que ni hace un siglo que nací, ni he vivido todavía la madurez en mis carnes, yo, que no soy de ninguna de las generaciones de estas dos protagonistas, ni siquiera de la autora, leo La enredadera y leo dentro de mí. Me leo. ¿Y cómo puede ser eso si sólo se narra la historia de dos mujeres? Pues por eso mismo que decía al principio. Porque Josefina en esta novela habla de la mujer, como si pudiera reducirse tal cosa a unas páginas y a unas palabras. Lo hace. No sé cómo, pero lo hace. En este caso, sumergiéndome en estas historias paralelas y encontradizas, puedo darme perfectamente cuenta de que sí, de que la mujer, tan laberíntica, tan perdida tantas veces, tan inabarcable, la mujer puede limitarse. Porque Clara, que se casó con un hombre rico, un indiano, y queda totalmente subyugada a él y más tarde abandonada por él, con una única hija que acaba por dejarla sola metiéndose a monja, se parece tanto a Julia, una mujer independiente, moderna, libre, casada y divorciada, o distanciada, con aventuras por dentro y por fuera de su cuerpo, con un hijo.
Y, ambas, tan parecidas a mí, o a ti, o a ti. O a ti. La mujer, lo femenino, tan infinito e indefinible, puede acotarse en una novela a dos voces: una en primera persona y otra en tercera persona. Y no se sabe decir cuál es más cercana: si la primera persona, tan íntima, la de Clara, tan espontánea, tan coloquial, tan de adentro, y a la vez tan lejana en el tiempo, tan de otra realidad, o la de Julia, tan fría, tan en tercera persona, tan que no se oye su voz sino una voz que habla de su voz, y tan contemporánea. No es casualidad que esta asfixiante enredadera salga de las páginas del libro y trepe por la condición de mujer que todos, hombres incluidos, tenemos más o menos escondida. No es ninguna casualidad porque Josefina es una experta en la condición femenina. No por mujer, sino por literalmente devoradora.

2 comentarios:

  1. Hm. Tengo cierta tendencia a no leer literatura española, quizá porque en mi adolescencia lo que me fascinó vino de otras partes. A menudo me apetece, pero no es lo más frecuente. Ahora tengo la impresión de que me vas a descubrir cosas que me van a gustar. Voy a leer antes La Hojarasca, para poder comentar. Gracias, Fusa.

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  2. Cuando llegué a la librería de bolsillo pensé eso. Miré todos los libros que habías recomendado y me di cuenta de que no había leído ninguno. ¡Ninguno! Y algunos me suenan porque se los ha leído H.
    Esta mañana le he dicho: seguro que no coincidimos, que no nos quitaremos los libros, los que ella suba no los subiré yo, y al revés.
    Yo leo sobre todo literatura española o escrita en español. Por eso los primeros libros que se me pasan por la cabeza son de aquí.
    No está mal, ¿no? La variedad. Que tú me descubras cosas nuevas y yo te las descubra a ti. Y, para los que vengan, que haya un abanico amplio de posibilidades.
    Estoy muy contenta, sólo he hecho dos, pero me lo he pasado genial.
    Gracias a ti, Estefanía.
    Un abrazo.

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