Sobre la lectura

07/08/2013

La interpretación, la mirada configuran la realidad misma: la experiencia del observador, su carácter, su historia afectiva y sus hábitos. Cuando uno actúa, cuando se siente parte activa e interesada, las defensas están altas y la conciencia tensa y se cometen menos deslices (al menos, se intenta), pero cuando se siente uno observador pasivo, no involucrado personalmente en lo observado (ni me va ni me viene), nuestras reacciones nos delatan o, mejor dicho, nos manifestamos más sinceramente. La sabiduría popular tiene fórmulas para este fenómeno: “Cree el ladrón que todos son de su condición”, decimos a veces o, incluso, “El que se pica, ajos come”.

La lectura es lo que hace  el lector. Qué llama la atención, en primer lugar, señala el foco o los focos de interés vital de esa persona, quizá debido a sus experiencias o a los intereses del momento. La valoración es muestra de su carácter: rigidez, tolerancia, comprensión, rabia y toda variedad imaginable, lo mismo que ante cualquier motivo del mundo, aun cuando, aparentemente, el sujeto ni busque un beneficio ni huya de un peligro.

No suelo leer prólogos ni introducciones hasta haber leído la obra, tal es mi miedo a ser condicionada y no entrar con frescura en el libro. Quiero ir siempre virgen y, aunque no es posible, que inocentes ya no podemos ser, hago lo que puedo para no recibir impresiones previas. Cuando después de leer la obra y haberme dejado llenar por ella y haber reflexionado sobre ella y nuestra relación, leo un resumen en la contraportada, una reseña, quizá, o una introducción, me sorprende a menudo la diferencia que pareciera insalvable entre mi lectura y la de otros. Es maravilloso. De esto se deduce que mi lectura es solo mía y depende de mi capacidad para el diálogo con la obra que lo que yo digo sea interesante para otros o no. No defiendo que hablar de mí, de mi experiencia, tenga interés en este sentido, pues el objeto de una crítica es la obra, no yo, pero sí que es lícito que comparta mi lectura, por mucho que grandes críticos hayan dedicado hojas y años al mismo objeto. En la medida en que yo sea capaz de extraer sabiduría de mi lectura, en la medida en que yo sea capaz de añadir, de decir algo más, de aportar una nueva visión y esta pueda enriquecer a un lector, mi lectura (reseña, crítica, comentario) será o no interesante. Es más, en la medida en que mi lectura sea sincera, original, será interesante.

Mi lectura es fresca, libre de erudición y de inseguridad. Sí tengo la suficiente cultura y he leído tanto como para dominar hasta cierto punto las referencias y el marco en que situar la obra en la historia de las formas literarias o en la historia de la literatura o en la historia de la cultura. Pero eso me interesa poco. Lo que busco en el fondo no es historia, sino sabiduría o, a menudo, sensación de vida. Vida, eso que se nos escapa de entre los dedos como arena demasiado fina, eso busco. Yo y todos.

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