sábado, 12 de junio de 2010

Crucigrama, Isabel Núñez

Me he sentido, leyendo Crucigrama, como esa mujer -supuesta Isabel Núñez- que va en el autobús y, entre la escena de siempre, se encuentra con una vieja que lleva atado a la cabeza un pañuelo naranja y habla por teléfono. Escuchando inevitablemente la conversación con su interlocutora, nos enteramos de que está asistiendo a quimioterapia y que, probablemente por los efectos secundarios agresivos e hirientes de la medicación, se oculta en un naranja llamativo y en cualquier vida cotidiana y banal. Así me siento leyendo Crucigrama, sentada en un autobús, quizá recién abandonada por un amante justamente un domingo por la tarde, escuchando sin querer los cuentos que Isabel Núñez quiera contarme. Más intimista que Algunos hombres... y otras mujeres, este libro de relatos te sumerge en una nostalgia y extrañamiento que sólo pueden tocarte si, como la mujer del autobús, te implicas en lo que hay detrás del pañuelo naranja, en todo lo que hay oculto bajo las letras -ya reconocibles de otras muchas- de la escritora. Empezando por el relato que da nombre al libro, estás en sobreaviso: quizá es la primera vez que se pueda escribir de esa forma, quizá nunca antes el velo de la culpabilidad había caído y, ante la enfermedad de su padre, se ha desplomado como si pesara, a lo mejor te encuentras con que, en vez de un rizo rubio que cae y se vuela, esta vez es una máscara, una coraza. Y te dejas igual acorralar por la brevedad y lo concentrado.

viernes, 11 de junio de 2010

Cuanto sé de vos, MJ Romero

La primera vez que leí el título de este poemario de MJ Romero, le puse un acento que no existía. Estuve días, quizá semanas, refiriéndome a ellos como: cuánto sé de ti. Como exclamando, como admirada: oh, cuánto sé de ti, cómo te conozco. Y pronto, no por la ausencia clara del acento, pronto me di cuenta de qué quería decir ese título, porque conocer a MJ Romero es desconocerse, es límitarse indoloramente: cuanto sé de ti es esto, que no es tan poco, que es apenas nada. Por eso no me ha extrañado que empiece con un poema titulado Nada que sé de ti, porque nada sabemos de vos, nada sabemos de ella, ni casi de nosotros, pero poco escuece ese remoto desconocimiento constante y algo chillón, porque se pueden incluso encontrar, si se quiere, si se está dispuesto, se pueden encontrar nidos en la O de vos y, si se intenta, tener un corazón pera, o abrir un ojo para ver cuándo apuntan al corazón. MJ Romero, sus poemas, son puro laberinto y regocijo de la extrañez. Uno se siente, ante la lectura de la poeta, como en una pecera: todo transparente, todo al alcance de los ojos, tan nítido, acuático, cómodo, pero lejano, pero con un cristal en medio de la realidad y el espacio, porque nunca se llega a lo que importa, que es el exterior, que es el esqueleto del poema.

Kornel Esti. Un héroe de su tiempo, Dezsö Kosztolányi

Bruguera narrativa 2007

Dezsö Kosztolányi (Hungría 1885 – 1936) es uno de los mayores escritores húngaros, uno de esos autores centroeuropeos que se han vendido redescubriendo los últimos años para nuestro gozo y edificación. Otro húngaro para amar. Tuvo éxito en vida, como muestra el prólogo de Thomas Mann a una de sus primeras novelas, Nerón, el poeta sangriento, por ejemploo, y fue traductor y escritor de amplio registro, con libros de poesía, novelas y ensayo.
En el título, Kornel Esti. Un héroe de su tiempo, se apuntan ya el retrato de una época y un mundo así como el tono paródico –sin acidez; más bien ternura y una honda comprensión de los asuntos humanos-- que podemos esperar.
El narrador y su entrañable amigo Kornel se encuentran de adultos después de muchos años de distanciamiento. Ambos se sienten incompletos, “¿De qué sirve el poeta sin el hombre? ¿De qué sirve el hombre sin el poeta?”, y acuerdan unirse en una obra conjunta, el presente libro, narración de las aventuras de kornel Esti, que no ha triunfado y sigue siendo un bohemio de corazón. El narrador, por el contrario, se ha acomodado y se siente alienado. Personalmente considero que este acuerdo no es sino un desdoblamiento –liberador- del narrador. El gran tema de “el doble”; pero si esto es así o no es secundario para la apreciación de la obra. Allá cada lector.

jueves, 10 de junio de 2010

Cuatro hermanas, Jetta Carleton

¿Si Jetta Carleton hubiera empezado a escribir de soltera, joven, con toda una vida por delante, habría sido capaz de engendrar una novela como Cuatro hermanas? ¿Si sólo hubiera empezado a escribir un poco antes, lo suficiente para que no tuviera sólo una novela escrita? ¿Si hubiera muerto más tarde, habría escrito más, habría llegado a ver publicada su obra? ¿Se convertiría en una Bartleby más, en una Rulfo, habría guardado silencio o simplemente el nivel de sus siguientes escritos no hubiera estado a la altura? Cuando empecé Cuatro hermanas, a las veinte páginas, cuando todavía no tenía saciada la curiosidad -¿por qué salen tres muchachas en la cubierta y no cuatro?-, ya estaba angustiada sabiendo que no me quedaría otro universo más de Jetta Carleton, que tendría que acogerme para siempre a esa familia que dibuja y desdibuja, que quizá fue la suya, que quizá no fue de nadie y ahora es tan nuestra. Pero, desdramatizando y siendo justos, qué importa que sólo tenga una novela, qué importa que no nos quede nada de ella, que no supiera que llevaba adentro una escritora inocente pero cultivada, qué importa si ya es suficiente con Callie, Mathew, Leonie, Jessica, Mathy y Mari Jo, qué importa si Ed, qué importa si Mis Haggar o Charlotte Newhouse o Alice Wandling. ¡Al diablo, qué importa lo que hubiera podido ser si ya forman parte de una realidad rural y lejana, rural y cercana, rural y nuestra!