jueves, 25 de noviembre de 2010

Picnic en Hanging Rock, Joan Lindsay


Editorial Impedimenta, 2010

En Hanging Rock ocurren cosas. Esa mole de roca que el sol del ocaso y el sol del amanecer tiñen de rojo y púrpura podría ser recogida en uno de esos libros de título Lugares misteriosos, sobre todo después de Picnic en Hanging Rock. Allí los relojes se detienen y los pequeños sucesos de la naturaleza muestran sentido, una especie de voluntad consciente que normalmente nos pasa desapercibida. Lo misterioso, lo fantástico, en la naturaleza. Lo amenazante a plena luz del sol. Arañas negras, ualabíes, flores, helechos. Este misterio que podemos percibir en la naturaleza en momentos de iluminación, y que nos puede aterrorizar, es perfectamente expresado por Joan Lindsay a lo largo de una novela de engañosa sencillez. La influencia maligna de Hanging Rock es omnipresente.
El argumento comienza con una excursión de adolescentes del colegio Appleyard para señoritas: el picnic del día de San Valentín, lleno de emoción, sombrillas, muselinas y botas de cabritilla. Tres de las alumnas mayores, ligeras y bellas sin igual, pura inocencia, y una profesora, desaparecen. ¿Cómo? ¿Qué les ocurre?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Alondra, Dezsö Kosztolányi


Ediciones B, Zeta bolsillo, 2010, (trad. Judith Xantús).
Dezsö Kosztolányi (Szabadka, 1885-Budapest, 1936) fue uno de los primeros colaboradores de la mítica revista Nyugat, que aglutinó a la vanguardia artística de Hungría y tuvo su época de esplendor antes y después de la Gran Guerra. La ciudad de Szabadka es una ciudad de provincias, un poblón, como se llamaba en España con desprecio a las ciudades del estilo, y en ella se inspira Kosztolányi para crear su literaria ciudad de Sárszeg, en la que se sitúan algunas de sus novelas, Alondra
entre ellas. Los húngaros se sentían —como ocurría en casi todos los países europeos que no estaban en vanguardia, por otra parte, entre ellos el nuestro— atrasados, alejados del centro y, verdaderamente, el campo mantiene un estilo de vida cuasi feudal. Sólo «Buda», Budapest, adquiere en la época una vitalidad y una efervescencia cultural que la asemejan a París. Dezsö se fue pronto a Budapest y allí se quedó, trabajando como periodista durante toda su vida y publicando una profusa obra muy variada.
Alondra es una joven —no ya tan joven— muy fea. No tan fea como para ser observada constantemente como monstruosidad pero sí lo suficientemente fea para que la gente aparte de ella la mirada. No es siquiera mera fealdad; es una fealdad desagradable que, de alguna manera que no identificamos, incluye el alma. Su propio padre, que la ama, al verla bajo una sombrilla, piensa: «Una oruga debajo de un rosal».

lunes, 6 de septiembre de 2010

El mismo mar de todos los veranos. Esther Tusquets. Anagrama.


En la contraportada una fecha, Diciembre del 90, como a la autora, a mí comienza a sucederme lo mismo: un instante de mi vida en la que todo pareció suceder hace mucho tiempo. En cualquier caso al menos su lectura se repite por tercera vez otro verano. No es tanto a lo largo de algo más de 20 años, si lo piensas bien. Y una vez abierto, sus palabras continúan guardando el mismo frescor, su lectura hipnótica sigue atrapándome y los pensamientos concéntricos, entrechocados y convulsos de la protagonista me sumergen de nuevo en su historia, en su desesperación y hastío, la indiferencia hacia una vida que no eligió. Un libro plagado de juegos, intentando retornar a la inocencia que significaban en la infancia pero ahora imposible, ahora que los juegos se trocaron en disfraces. Y el amor como sueño imposible por la existencia de la traición, la traición de ellos hacia nosotros, de nosotros a nosotros mismos, a nuestras aspiraciones y sueños, también.

martes, 27 de julio de 2010

El monje que vendió su Ferrari, Robin S. Sharma

Julián Mantle es un exitoso y rico abogado que, pese a todo lo que posee, no es feliz. A través de  una parte de la historia de este hombre y de su reencuentro con su amigo y compañero John, realizamos un viaje de reflexión interior que nos llevará poco a poco a aceptar la filosofía de vida  que nos propone Robin S. Sharma en estas páginas como un estupendo camino para alcanzar la felicidad y la paz interior.
La idea principal es que el destino puede reinventarse, que no se puede elegir lo que te va a ocurrir, pero sí la reacción que vas a tener y que podemos cambiar nuestra vida si no estamos satisfechos con ella.  Todo lo que hayamos leído antes sobre cómo hacerlo se encuentra concentrado aquí, con muchas ideas sobre el modo de alcanzar nuestros objetivos y muchos consejos.

viernes, 2 de julio de 2010

El iris salvaje, Louise Glück

El iris de Louise Glück no puede ser de otra forma que salvaje. ¿Cómo hablar del pan, de un gato que se revuelca, de un hombre, uno simple, y hacer poesía? Poseyendo un iris que sea lo suficientemente salvaje como para ver que la luna, aunque ahí arriba, como inalcanzable, como cansada, la luna sigue estando más que viva, y vivo, ridículamente vivo se queda cualquier amante de la poesía leyendo los versos de esta escritora estadounidense (Nueva York, 1943). Un niño ahora ríe descarado en el jardín que hay debajo de casa y me pregunto si tengo derecho a cargar con esa carcajada, si podría llevármela sin pedir permiso, convertirla en poema, o maldecirla, y tengo fe ciega en que Louise Glück sabría cómo enfrentarse a la alegría exagerada de un adolescente al que le entra el verano, con todo su tiempo libre para perderlo, le entra el verano por los ojos y se dinamita en su interior. Imagino a Louise Glück escribiendo con sufrimiento, también puramente, sin un preámbulo, aceptando la derrota de antemano, la huida que supone el mero hecho de sentarse a escribir unos versos, para poder gritar y que no se nos seque la boca para siempre, que se nos quede abierta y alguien tenga que venir a cerrarnos los ojos porque se nos ha quitado todo lo que teníamos, se nos ha olvidado.

sábado, 12 de junio de 2010

Crucigrama, Isabel Núñez

Me he sentido, leyendo Crucigrama, como esa mujer -supuesta Isabel Núñez- que va en el autobús y, entre la escena de siempre, se encuentra con una vieja que lleva atado a la cabeza un pañuelo naranja y habla por teléfono. Escuchando inevitablemente la conversación con su interlocutora, nos enteramos de que está asistiendo a quimioterapia y que, probablemente por los efectos secundarios agresivos e hirientes de la medicación, se oculta en un naranja llamativo y en cualquier vida cotidiana y banal. Así me siento leyendo Crucigrama, sentada en un autobús, quizá recién abandonada por un amante justamente un domingo por la tarde, escuchando sin querer los cuentos que Isabel Núñez quiera contarme. Más intimista que Algunos hombres... y otras mujeres, este libro de relatos te sumerge en una nostalgia y extrañamiento que sólo pueden tocarte si, como la mujer del autobús, te implicas en lo que hay detrás del pañuelo naranja, en todo lo que hay oculto bajo las letras -ya reconocibles de otras muchas- de la escritora. Empezando por el relato que da nombre al libro, estás en sobreaviso: quizá es la primera vez que se pueda escribir de esa forma, quizá nunca antes el velo de la culpabilidad había caído y, ante la enfermedad de su padre, se ha desplomado como si pesara, a lo mejor te encuentras con que, en vez de un rizo rubio que cae y se vuela, esta vez es una máscara, una coraza. Y te dejas igual acorralar por la brevedad y lo concentrado.

viernes, 11 de junio de 2010

Cuanto sé de vos, MJ Romero

La primera vez que leí el título de este poemario de MJ Romero, le puse un acento que no existía. Estuve días, quizá semanas, refiriéndome a ellos como: cuánto sé de ti. Como exclamando, como admirada: oh, cuánto sé de ti, cómo te conozco. Y pronto, no por la ausencia clara del acento, pronto me di cuenta de qué quería decir ese título, porque conocer a MJ Romero es desconocerse, es límitarse indoloramente: cuanto sé de ti es esto, que no es tan poco, que es apenas nada. Por eso no me ha extrañado que empiece con un poema titulado Nada que sé de ti, porque nada sabemos de vos, nada sabemos de ella, ni casi de nosotros, pero poco escuece ese remoto desconocimiento constante y algo chillón, porque se pueden incluso encontrar, si se quiere, si se está dispuesto, se pueden encontrar nidos en la O de vos y, si se intenta, tener un corazón pera, o abrir un ojo para ver cuándo apuntan al corazón. MJ Romero, sus poemas, son puro laberinto y regocijo de la extrañez. Uno se siente, ante la lectura de la poeta, como en una pecera: todo transparente, todo al alcance de los ojos, tan nítido, acuático, cómodo, pero lejano, pero con un cristal en medio de la realidad y el espacio, porque nunca se llega a lo que importa, que es el exterior, que es el esqueleto del poema.

Kornel Esti. Un héroe de su tiempo, Dezsö Kosztolányi

Bruguera narrativa 2007

Dezsö Kosztolányi (Hungría 1885 – 1936) es uno de los mayores escritores húngaros, uno de esos autores centroeuropeos que se han vendido redescubriendo los últimos años para nuestro gozo y edificación. Otro húngaro para amar. Tuvo éxito en vida, como muestra el prólogo de Thomas Mann a una de sus primeras novelas, Nerón, el poeta sangriento, por ejemploo, y fue traductor y escritor de amplio registro, con libros de poesía, novelas y ensayo.
En el título, Kornel Esti. Un héroe de su tiempo, se apuntan ya el retrato de una época y un mundo así como el tono paródico –sin acidez; más bien ternura y una honda comprensión de los asuntos humanos-- que podemos esperar.
El narrador y su entrañable amigo Kornel se encuentran de adultos después de muchos años de distanciamiento. Ambos se sienten incompletos, “¿De qué sirve el poeta sin el hombre? ¿De qué sirve el hombre sin el poeta?”, y acuerdan unirse en una obra conjunta, el presente libro, narración de las aventuras de kornel Esti, que no ha triunfado y sigue siendo un bohemio de corazón. El narrador, por el contrario, se ha acomodado y se siente alienado. Personalmente considero que este acuerdo no es sino un desdoblamiento –liberador- del narrador. El gran tema de “el doble”; pero si esto es así o no es secundario para la apreciación de la obra. Allá cada lector.

jueves, 10 de junio de 2010

Cuatro hermanas, Jetta Carleton

¿Si Jetta Carleton hubiera empezado a escribir de soltera, joven, con toda una vida por delante, habría sido capaz de engendrar una novela como Cuatro hermanas? ¿Si sólo hubiera empezado a escribir un poco antes, lo suficiente para que no tuviera sólo una novela escrita? ¿Si hubiera muerto más tarde, habría escrito más, habría llegado a ver publicada su obra? ¿Se convertiría en una Bartleby más, en una Rulfo, habría guardado silencio o simplemente el nivel de sus siguientes escritos no hubiera estado a la altura? Cuando empecé Cuatro hermanas, a las veinte páginas, cuando todavía no tenía saciada la curiosidad -¿por qué salen tres muchachas en la cubierta y no cuatro?-, ya estaba angustiada sabiendo que no me quedaría otro universo más de Jetta Carleton, que tendría que acogerme para siempre a esa familia que dibuja y desdibuja, que quizá fue la suya, que quizá no fue de nadie y ahora es tan nuestra. Pero, desdramatizando y siendo justos, qué importa que sólo tenga una novela, qué importa que no nos quede nada de ella, que no supiera que llevaba adentro una escritora inocente pero cultivada, qué importa si ya es suficiente con Callie, Mathew, Leonie, Jessica, Mathy y Mari Jo, qué importa si Ed, qué importa si Mis Haggar o Charlotte Newhouse o Alice Wandling. ¡Al diablo, qué importa lo que hubiera podido ser si ya forman parte de una realidad rural y lejana, rural y cercana, rural y nuestra!

domingo, 23 de mayo de 2010

¿Por qué mató Julio Galope?, Héctor Sánchez Minguillán

¿Por qué iba a matar Julio Galope sino por la misma muerte? La improbabilidad de que una desgracia -y me alejo del rencor o la venganza para decirlo- pueda rescatar una sonrisa, que venía tiempo atrás quedándose rota en la garganta, se descubre totalmente desnuda y ruborizada en este libro de Héctor Sánchez Minguillán. Julio Galope se mezcla con lo mezquino y con la poesía, con lo macabro y la vanidad, se esconde tras las manchas de humedad que hay en las paredes de un bar que, a ciertas horas, se convierte en clandestino. Jon sin Hache, Julio Galope, Adolfo Somera, Severiano, Tomás Cedros, Moratones y Roberto Guate se encierran en La Cueva y juegan a ser dioses torpes y vergonzosos, juegan a jugar con la vida a falta de tantas otras cosas. ¿Se puede juzgar, pues, a una persona que no mata, no golpea, no decide, no arriesga, pero se refugia en una apuesta que se centra única y exclusivamente en la desgracia ajena? ¿Puede una victoria ruin y despreciable como ésa salvarle la vida a alguien que no la tenía necesariamente en peligro? Porque Julio Galope quiere volar por una vez y avistar su sombra acariciando la piel de la tierra, igual que si fuera un cáncer buscando localizaciones para su rodaje último y, aunque no lo pide, uno le otorga el beneficio de la duda, la compasión y, mezclándose en su cuaderno, incluso el perdón.

lunes, 17 de mayo de 2010

Algunos hombres... y otras mujeres, Isabel Núñez

Al libro de Isabel Núñez se llega como a un juego: palmeas contra la pared, te giras, y la ves a ella, palmeas contra la pared, te giras, y apenas queda un tirabuzón rubio que va cayendo al suelo meciéndose como una pluma desganada. Y, tengo que reconocerlo, al empezar Algunos hombres... y otras mujeres, sentí que las reglas eran demasiado estrictas y que no me iban a dejar nada para la imaginación, que en esa coctelera, como cita la contra, en esa coctelera agitada con lo vivido y lo imaginado, no iba a quedar ni un sólo hueco para que mi mente pudiera viajar. Pero al poco me di cuenta de que el curso de ese viaje no iba a ir por ahí: de pronto ya no es la vida de Isabel, de pronto ya no es su cuerpo, ni su cara, ni su libro, sino un amante que te está seduciendo en cada página, un olor antiguo y atrayente que te coge hacia sí y la curiosidad no alcanza para tanta sensualidad. Probablemente fuera mi pudor de haberla conocido antes como persona que como escritora lo que me hacía sentir un leve pudor al adentrarme en eso autobiográfico con lo que se juega en los relatos, pero pronto empieza a cubrirte una oscuridad como en un local donde nada es lo que parece, donde todo se está insinuando, y la claridad no hace más que molestar hasta que desaparece como una gata.

lunes, 19 de abril de 2010

La trilogía de Deptford (3 vol.). Robertson Davies. Ed. Asteroide.

En los últimos tiempos, y gracias a la labor editorial de Asteroide, he llegado a conocer a diversos autores, cuyas obras nunca se habían editado antes en nuestro país o habían pasado inadvertidas. No puedo por menos que aplaudir su labor y reconocer los buenos ratos que me están haciendo pasar. Davies es uno de esos autores desconocido para mí, un autor canadiense y del que, para haceros una idea, es posible que lo disfrutéis si previamente lo hicisteis con Dickens, con John Irving o con Iris Murdoch (con pinzas: los elementos comparativos siempre ayudan a las aproximaciones aún cuando no siempre sean exactos). Su forma de hilar diversas historias entrelazadas cautivándonos con ellas, de presentar personajes estrambóticos y aderezarlo todo con un humor muy británico, fruto de su educación juvenil en Oxford, podría recordar a cualquiera de estos autores, incluso una deliciosa amalgama de ellos. Y mucho más, por supuesto, aportado por la capacidad narrativa de Davies, que no es poca, su erudición que a veces conseguía dejarme apabullada, y la agilidad y elegancia al narrar.
La trilogía (adictiva, no se me ocurre otro término más acertado) de la que hablo, narra la vida y muerte de Boyd Stauton desde tres puntos de vista.

domingo, 28 de marzo de 2010

Tristana. Benito Pérez Galdós

Parto de la admiración sin fin que despierta en mí Galdós.

Si en España hubiera un sentir patriótico Trafalgar y El 2 de mayo serían los monumentos épicos nacionales. Mucho más que El Cid. Pero no lo hay, es evidente. Incluso así, el sentimiento épico puede ser comprendido. A punto estuve de levantarme de mi asiento en el cine gritando “¡Vive la France!” tras la escena final del Napoleón de Abel Gance. Y tras el discurso de Kenneth Brannagh en Enrique V –bueno, de Shakespeare- también quería gritar “God save the King” -o the queen or whatever. Sé apreciar una buena narración épica. Tras la lectura de Trafalgar y de El 2 de mayo bien podría haber gritado “¡Viva España!”. Porque la épica es lo que tiene. Aunque también es el género más susceptible de hacerme enrojecer de vergüenza cuando no alcanza la grandeza necesaria, es decir, el 99,99 % de las veces. Es lo que tiene el patriotismo. Sólo hay que ver cualquier película norteamericana.

Humillados y ofendidos. Fedor Dostoyevski

Editorial Juventud

Se da nota a pie de página, al final, de la recepción de esta novela: un gran éxito popular. Apareció en la revista del hermano de Fedor Dostoiewski, Miguel, y supuso el despegue definitivo de la misma. La crítica se mostró dividida. Algunos la elogiaron sin reparo, pero otros la consideraron demasiado folletinesca y también observaron inconsistencia en algunos caracteres.

Y sí, estoy con ellos. Es un tanto folletinesca: muchas coincidencias inverosímiles en un contexto realista, muchas anagnórisis emocionantes. No es una de las mejores novelas de Dostoiewski, desde luego. Es perceptible su carácter de novela por entregas. Recuerda a las novelas por entregas de Dickens. Pero qué más da. Es un placer volver a leer a Dostoiewski, ahora y siempre.

La aparente simplicidad de una división del mundo en bondad-maldad queda desmentida por la complejidad psicológica de algunos personajes, y por ciertas flechas lanzadas a la oscuridad del alma humana. Unos pocos santos se desenvuelven en un mundo lleno de maldad y locura en que se compran niñas, se disimulan noches de desenfreno y disolución, e incluso algunos de los héroes íntegros y bondadosos sienten esa atracción de lo oscuro. ¿Cómo comprender un amor como el de Natacha, tan excesivo y destructivo para ella? La relación del protagonista narrador, Vania, con la niña, Nelly, es un punto muy oscuro en esta novela. Tiene trece años y está enamorada de él, y él siente por ella un enorme cariño, pero la cuestión es si llega a haber entre ellos algo más que cariño fraternal. Un par de frases en el libro sugieren que así es, un par de silencios llenos de significado. ¿Qué final de capítulo cuenta un regreso a casa?
“Volví a casa. Nelly me recibió con su diáfana carita.”

Claus y Lucas. Agota Kristof

Quinteto, 2007
Claus y Lucas es una novela sorprendente, cuando menos. Muy original. La primera parte –la primera novela, pues es una trilogía cuyos libros se escribieron y publicaron en lapsos de años- es un intento de utilizar un lenguaje denotativo en el que no caben opiniones, sentimientos, aproximaciones. Un intento exitoso, si pasamos por encima de la mirada inevitable, del punto de vista, de que lo que nos muestra -la autora, a través de los gemelos- es sólo algo de lo que nos podría contar, de la infinidad de posibilidades de la vida. Quienes lo hacen son dos niños, en primera persona, para hablar del mundo amenazante en torno a ellos, contra el que se ejercitan: ejercicios de endurecimiento, de inmovilidad, de hambre, de ceguera, de crueldad. Es imposible abrir este libro y no seguir leyendo. No hay ni un adjetivo, ni un verbo de sentimiento. “Sólo hechos”. Los niños no pueden decir “mamá nos quiere”, porque no tienen la seguridad de ello. Dicen “mamá nos abraza y llora”.
En la segunda parte los gemelos se han separado, y la ausencia del otro duele como si uno hubiera sido escindido. Está incompleto. Se abre. Conoce la amistad y el amor. La vida ya no está al otro lado de un cristal. Sin embargo, la tercera parte obliga al lector a reconsiderar esa vida. Es de difícil comprensión, o casi imposible comprensión. ¿Qué es una historia de una vida? La gran mentira es el título de una de las novelas. A través de la narración construimos la vida.

martes, 23 de marzo de 2010

El detén, Claribel Alegría

El detén es un título -y un libro- que podría pasarse por alto sin problema: ¿qué es un detén, quién es esa niña de la portada, Claribel Alegría escribe novelas? Pero uno, con esa edición de Lumen, vieja, gastada, comprada en un mercado de viejo, sabe que está ante una pequeña obra maestra. Es una historia breve y sencilla dentro de toda esa compresión de sentimientos que la hace profunda y amplísima. Karen, un personaje que físicamente sólo me ha acompañado tres días y tres viajes de ferrocarril, se ha grabado a fuego en mi mente: se esconde en mi cuerpo, huele como mi piel, se ríe en las bocas de la gente y se atreve con lo que no debe contarse, que es casi todo. Karen inventa y vive lo mismo que sufre y camufla: se encuentra en un colegio interno de monjas porque su madre, que se marchó con un tipo llamado Mark, no la llevaba a clase y la tenía totalmente dejada, obligándola a rozarse con el lado más oscuro de la vida, con historias que después Karen explota una y otra vez y ensancha para poder dormir por las noches. Se convierte en una niña envidiablemente descarada y precoz, una rebelde rodeada de niñas dispuestas a ser monjas de mayor y sacrificar todo lo que tengan para dárselo a Dios.

El malestar al alcance de todos. Mercedes Cebrián. (Caballo de Troya, 2004)

Un libro de relatos, para ser exactos 14 relatos y 11 poemas intercalados entre ellos, poemas ajustados al sentido y ritmo de los relatos que los anteceden. El propio título avisa, malestar, y no podemos evitar contraponerlo al concepto de sociedad del bienestar donde nos dicen con tanta insistencia que habitamos. Y eso logra Mercedes Cebrián, al mostrarnos la desazón de unos personajes urbanos, desvalidos, torpes la mayor parte de las veces para adaptarse, ya sea a las convenciones culturales, como en Retóricos anónimos, o a la institución familiar - tan incómodas sus poses para ceñirnos a ellas- como en Aluminosis, el cuento con el que se inicia el libro y que con facilidad nos introduce en el tono del resto. Y otros claramente crueles, como mi preferido entre todos, Resentido de este pie.
Sus relatos destilan humor, acidez con carga de mala leche que finalmente nos rechinan al enfrentarnos y reconocer las poses y sinsentidos en las que nos movemos, al aceptarlas sin más como válidas. Basta una mirada distinta, un sesgo entresacado de la realidad para descubrir el malestar y Cebrián lo logra con la sencillez de sus historias, con un lenguaje adaptado perfectamente a lo que desea contar y que en todo momento leemos como reconocible. Y no es difícil sonreir al final de cada cuento siendo conscientes de que se trata de un espejo en el que no saldríamos del todo bien parados si persistiéramos en la mirada.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Ese amor, Yann Andréa

Ese amor - Yann Andréa
Tusquets

Él, Yann Andréa, tenía 27 años. Ella, la gran Marguerite Duras, tenía 65. Él creyó enamorarse, actuaba, vivía y respiraba como si realmente lo estuviera. Ella, sin embargo, era la única que parecía conocer la verdadera identidad de su acompañante. Se querían, se respetaban, pero era una relación tormentosa, imposible. Y no por la edad, no, eso nunca importó. Más bien por sus carácteres, por su naturaleza. Eran amantes y cómplices y cuando ella se murió él creyó morir también a su vera. Como consecuencia vino la soledad, la autodestrucción, el salvajismo del ser humano, el animal que llevamos dentro. La escritura vino después, poderosa, reclamando su sitio. Y así surgió este libro, esta larga carta de amor.

Cada palabra contiene en su interior un profundo sentimiento y un imperioso dolor aún latente. Esconde, Yann, entre las líneas el desgarro que le produce en cada átomo de su cuerpo la ausencia de Marguerite, el pasado y el tiempo que nunca volverán, las risas, la bebida que sabía mejor a su lado, las calles de París. París, cuna y tumba de su amor, testigo mudo de rumores, críticas, pero también de mucho cariño y respeto. París, la tumba de la Duras, y de Yann. Tras su muerte él nunca volvió a ser el mismo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Confesiones de una máscara, Yukio Mishima

Confesiones de una máscara - Yukio Mishima
Espasa-Calpe

“Todos dicen que la vida es un escenario. Pero la mayoría de las personas no llegan, al parecer, a obsesionarse por esta idea, o al menos no tan pronto como yo. Al finalizar mi infancia estaba firmemente convencido que así era, y que debía interpretar mi papel en ese escenario sin revelar jamás mi auténtica manera de ser. Como esa convicción iba acompañada de una tremenda ingenuidad, de una total falta de experiencia, pese a que existía la constante sombra de duda en mi mente que me hacía sospechar que quizá no estuviera en lo cierto, lo indudable es que todos los hombres enfocaban la vida exactamente como si de una interpretación teatral se tratara. Creía con optimismo que tan pronto como la interpretación hubiera terminado bajaría el telón y el público jamás vería al actor sin maquillaje. Mi presunción es que moriría joven era otro factor que colaboraba a mantener esa creencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese optimismo, o, mejor dicho, ese sueño en vigilia, concluiría en una cruel desilusión”.

Yukio Mishima “ Confesiones de una máscara”. Capítulo 3

domingo, 14 de febrero de 2010

La amante de Bolzano. Sándor Marai

La amante de Bolzano.
Ediciones Salamandra.
Si, así en estilo técnico, el ritmo en narración es la proporción entre la cantidad de acciones y la cantidad de texto, entonces La amante de Bolzano tiene un ritmo extremadamente lento. Cómo no, si consiste casi sólo en una serie de monólogos en torno a la figura de Giacomo Casanova. Es una gran novela.
Sandor Marai se deja arrastrar por el discurso. Nunca antes fue tan teatral. Un personaje prueba su voz, quizá carraspea un poco, la escucha fortalecerse y crecer, y la deja ir, la sigue, la domina sin coartarla, la deja crecer, pues habla para un público, con intención persuasiva o seductora. El público es Giacomo, el objeto de toda acción y de todo pensamiento es Giacomo, esa fuerza de la naturaleza que, por donde pasa, despierta la sensibilidad, el deseo, la fascinación, el sueño, y aún así es una incógnita.
Nadie sabe qué es Giacomo Casanova. Ni él. Ser fiel a sí mismo puede equivaler a nada. Necesitar la compañía, porque si no somos reflejados en otros ojos no existimos, eso es Giacomo. La aventura. La aventura, el género que no tiene fin. El héroe se aleja y sabemos que sus aventuras no han terminado, que no pueden terminar nunca. Lo contrario del “Fueron felices y comieron perdices”. ¿Y el amor? La novela trata del amor, de la aventura, de la pasión. Y de un yonqui, de un vampiro.

martes, 9 de febrero de 2010

Entre visillos, Carmen Martín Gaite

La Carmen Martín Gaite joven, encerrada en Salamanca, siendo una muchacha más, de tantas, provinciana, soñando con un futuro lleno de ambición, soñando con la cuidad, contando los días para ser libre y que las miras se ensanchen, para que las calles sean desconocidas y largas, para que el mundo se llene de pitidos de coche y movimiento de personas anónimas, la Carmen Martín Gaite que deseaba dejar de ser la chica de provincia que era, escribió Entre visillos enredándose en toda esa trama de la que pretendía huir. Por eso esta primera novela suya no podía tener otra temática que la vida, la pequeña vida que puede tener un grupo de niñas que están en ese paso a la madurez, sin plantearse nada más que cómo irán al baile del sábado o con quién van a casarse y, cuando lo hagan, cuándo tendrán su primer hijo y cómo será la casa del supuesto príncipe que les dará la familia y la vida que ellas esperan, por la que suspiran. Porque una mujer no es más que la patria del hombre que la elige. Todo ese ambiente, tan de entre visillos, tan de esconderse tras ellos y espiar la calle, la gente, el susurro, el corrillo que se forma para comentar lo último... de todo lo que huía Carmen Martín Gaite, con su boina calada, con su cigarro de intelectual, con todo lo que la animaría a irse a Madrid y buscar su lugar en el mundo, escurrirse entre escritores y grandes críticos, todo eso choca con la llegada del nuevo profesor de alemán que, diferente y lejano de toda aquella cotidianeidad, de toda aquella simpleza y llanura, marca la vida de algunos de sus alumnos, sobre todo de las féminas.

jueves, 21 de enero de 2010

Ejercicios de Estilo. Raymond Queneau

Leo el Dietario voluble de Vila-Matas, no, no es ese el libro, lo sé, pero lo leo y habla de otro que sí es, que será hoy, Ejercicios de Estilo de Raymond Queneau. Y me entran ganas de hablar de él, de recordar como hace siglos -o casi, fue el siglo pasado, risa da pensarlo. Y miedo, quizás imbuida por el espíritu de la fugacidad del tiempo que también asusta a Matas. Y a quién no-. Lo compré tras ojearlo, sin saber lo que compraba, mucho antes de conocer movimientos literarios y sus poses, sólo me llamó la atención el título en un tiempo en el que el estudio de la forma me parecía la madre de toda literatura. Y luego fue el disfrute, la risa, de una historia sencilla, trivial contada de 99 formas distintas, unas más sorprendentes que otras, más ingeniosas, pero todas llamando mi atención. No es lo contado sino la manera cómo se cuenta, que venía a darme la razón en aquellos años adolescentes y dogmáticos.


Cuando tengáis ganas de un libro-juego, de sorprenderos con las combinaciones de una historia, de la risa y la complicidad provocada por un escritor retozón… probad con éste libro y os aseguro que la sonrisa, a veces la carcajada, la tendréis asegurada.


La solemnidad a un lado y la literatura al otro, fue el mejor descubrimiento, un regalo, que me ofreció éste libro.

viernes, 8 de enero de 2010

24 horas en la vida de una mujer. Stefan Zweig

Los escritores centroeuropeos –Sándor Marai, Joseph Roth, Stefan Zweig y muchos otros nombres imprescindibles- analizan, con precisión quirúrgica y variadas dosis de nostalgia, la desintegración de la burguesía y su formas hipercodificadas tras el final del imperio Austrohúngaro. Su fin como clase dominante trae consigo ese sentimiento de pérdida que provoca la ausencia de un patrón rígido de comportamiento y valores: la angustia de la libertad. Provoca una gran inseguridad y tengo la sensación de que en la literatura centroeuropea de entreguerras resuena un algo premonitorio, un temor soterrado y brillante que dota a estos autores de una calidad oscura y luminosa a la vez. A mí me fascina. Lo de premonitorio se refiere, claro, a la II Guerra Mundial, que puso el fin definitivo y brutal al agonizante mundo en que ellos crecieron.
Creo que la introducción es necesaria porque, sin ella, una obra de la perfección de 24 horas en la vida de una mujer, podría no ser adecuadamente apreciada. Estamos acostumbrados a cambiar nuestra perspectiva moral hasta cierto punto; sabemos que una madre soltera no es lo mismo en una obra de época que en una actual, por ejemplo. Tampoco un beso es lo mismo. Esta novela corta en la que no sobra una coma trata de la pasión, que puede convertir a una persona que haya vivido toda la vida con intachable templanza y contención en un ser desconocido para ella misma, en alguien sorprendente. No puedo contar más, realmente. No spoilers.