domingo, 19 de julio de 2009

Un dique contra el Pacífico. Marguerite Duras

Es una novela teatral, en el sentido de que son los espacios los que configuran simbólicamente el sentido. El cielo es implacable, y la llanura infinita. Lo es, infinita, hacia los lados. Detrás no hay nada. En frente, el Océano, que periódicamente inunda la llanura anegando de sal los sembrados, matando todo. Cuando les vendieron el terreno había marea baja. Sólo una vez al año sube el mar, y mata todo. Hacia los lados hay un par de poblaciones, a varias horas de viaje. Allí, en la llanura, indígenas que nacen y mueren cumpliendo un frío ciclo de la naturaleza. La reproducción y la muerte, la siega constante de vidas, los enterramientos de niños a la puerta de los hogares. El hombre blanco, la civilización, queda lejos y la representan los banqueros que poseen todo y de vez en cuando se acercan a controlar cómo va la infertilidad.
Es una novela mítica. La madre es mítica. Es una fuerza de la naturaleza, tal como las tempestades o la sequía, enfrentada al Océano. A los bancos, a los gobiernos. A la vida, al hambre, a la miseria. Al Océano. El dique que levanta la mujer portentosa –también injusta, cruel, exigente, capaz de estallar en carcajadas- es frágil, ¡tan frágil! que un puñado de cangrejos lo corroen. Pero esa madre lucha y lucha con la fuerza de la desesperación hasta adquirir proporciones gigantescas.

Ahí existen los dos hermanos, cúmulos de potencia a punto de estallar. Han de huir de la llanura, de su madre, de la lucha desesperada por sobrevivir en la que ella ha dejado la piel. Son bellos, duros, y la novela es la escenificación de su lucha por desprenderse de ese espacio opresivo. Se ha hablado de incesto. No parece. Una relación muy intensa. Están casi solos en el universo. Hay una identificación con el hermano. Cuando el hermano se acuesta con aquella mujer que a ella no le gusta (la mujer la abrazó y lloró abrazada a ella, acercando su cuerpo al de ella) siente por primera vez que se aleja de su hermano, como si se desdoblara en una especie de juego psicoanalítico. Un solo ser deviene dos, uno de ellos varón y el otro hembra. La hembra toma conciencia de su individualidad precisamente porque a ella, frente al otro, no le gusta la otra hembra. Así interpreto esa escena un tanto turbadora. Los celos de ella al ver al hermano con mujeres son los celos del niño que ve a su mejor y único amigo arrastrado por un mundo extraño y ajeno.
La prostitución en ese espacio viene a ser puro sentido común. Quién no aceptaría un diamante por dejar mirar un par de segundos. Un diamante que vale no sólo lo que las posesiones de la familia sino lo que sus deudas. Un diamante tan pequeño y que alberga en su interior la casa, el terreno infértil pagado como fértil. Esta novela habla del valor. Del valor de las personas, de las posesiones. No sólo la joven se prostituye, es la familia entera la que participa en el juego de la venta de la carne, de la vida. Sólo esperan al mejor postor. Sin embargo, hay una integridad esencial basada en la honradez, en la sinceridad.
Los hermanos están en la edad del sexo, y han de buscar. El hermano es un poco mayor y es barón, su búsqueda es bestial, casi, de animal encerrado. Ella también busca, pero su valor como mercancía es más elevado. Además de sujeto es objeto y ha de ser más cuidadosa. Es todo lo que tiene para salir de la llanura, de la condena existencial, de la vida infértil, de la desesperación.
La novela es magnífica. Marguerite Duras llega a estratos de una profundidad mítica, y su erotismo es todo menos superficial. La dureza y ausencia de moralina convierten este cuadro (más metáforas espaciales) en una imagen de la existencia del hombre. Sospechamos que la lucha de los hermanos no los librará, una vez superada la etapa potentísima de la juventud, la condena de la lucha desesperada que ya vieron en su madre

3 comentarios:

  1. Sí. La verdad es que iba con cierta precaución, porque una autora que explora su erotismo adolescente durante toda su vida me daba mala espina. Pero esto es simplemente magnífico.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, están condenados por una madre que "no previó aquello en lo que nos hemos convertido a partir del espectáculo de su desesperación...fué imprudente, fue inconsecuente, irresponsable... los tres la quisimos más allá del amor" (El amante).

    Tal vez ella quiso, con los tres libros que desmenuzan una misma historia, levantar su propio dique contra ese amor, contra la temida locura: "...lo estaba, de nacimiento. En la sangre...".

    ResponderEliminar

Si hay algún libro que quieres que reseñemos y no está en nuestro archivo, dínoslo. A lo mejor alguna de las colaboradoras se lo ha leído y puede escribir sus impresiones, o, si no, quizá directamente lo añada a su lista de pendientes y lo acabe leyendo. Escríbenos tu propuesta. Y no dejes de decirnos todo lo que se te pase por la cabeza.