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domingo, 19 de julio de 2009
Kyra Kyralina y El tío Anghel
Kyra Kyralina trata, diría yo, del destino. Si pensaba en el destino como en una proyección del futuro hacia el presente, y se escapaba a mi comprensión toda referencia a él, ahora entiendo el destino como lo inapelable y, por tanto, lo que ya, de hecho, es. Aceptar el destino es aceptar lo que la vida nos da. Entregarse al destino es entregarse con pasión a la vida. A la única que tenemos. Los personajes de Kyra Kyralina y El tío Ángel acatan su destino: viven la vida con toda la intensidad posible. El dolor, agudo; el deseo, insoportable; la alegría, voladora.
“Era feliz o, si lo prefieres, sentí de nuevo los beneficios de la alegría, que no frecuenta más que los corazones de los inmortales, cualquiera que sea el dolor que los destroza.”
Las quejas y la pusilanimidad no forman parte del humano al que Istrati dedica sus obras. La libertad, la pasión, el dolor, las tormentas y aventuras y, sobre todo, un enorme amor por la vida, llenan las páginas de este libro.
“tú, Kyra, si (como sospecho) no te es dado vivir con la honradez que viene de Dios y que proporciona la felicidad, n seas una honrada hipócrita, no finjas ser virtuosa. No te burles de Dios y sé como él te ha hecho: ¡vive la vida como la sientes, incluso sé una desenfrenada, pero una desenfrenada con corazón! Es mejor así. Y tú, Dragomir, si no puedes ser un hombre de provecho, sé como tu madre y tu hermana, hazte incluso ladrón, pero un ladrón con alma, porque un hombre sin alma, queridos míos, es un muerto que impide vivir al mundo. Es como vuestro padre.”
La belleza de las historias que los personajes narran a Adrian (trasunto del propio Panait Istrati: “la necesidad de contemplar sin cesar el abismo del alma humana” es lo que más le interesa) surge de la pasión. No una pasión romántica sino una pasión aventurera, vital.
A lo largo de la obra se conjugan los opuestos: la crudeza y la belleza, la ternura y la crueldad, la perversión y la pureza, el amor y el rencor. Es una obra turbadora que arranca lágrimas, escalofríos y exhalaciones. Se ha dicho que Panait Istrati era “un milagro de la literatura” porque, sin haber estudiado (abandonó su casa a los 12 años para malvivir en todo tipo de trabajos y viajar el ancho mundo, una vida que lo asemeja a sus propios personajes) pudo crear obras de enorme belleza, energía, fuerza, amor. Verdaderamente estas historias, mezcla de cuentos de hadas, de romances de bandoleros, y de novelas de aventuras de Oriente, están tan llenas de magia y belleza que cortan el aliento.
“-Tío, no hay ningún saber que pueda vencer la pasión sin que al mismo tiempo ese ser sea vencido…
-¿A qué llamas tú un ser vencido? –preguntó Ángel, irritado.
-Llamo vencido al hombre que se impone una vida distinta de la que le había sido destinada.
-¿Eso es un hombre vencido? –repuso Ángel moviendo la cabeza. –Entonces ¿cómo llamas tú al hombre que no se impone otra vida que aquella que le ha sido destinada?”
Ya sea en Braila, la tierra natal de Panait Istrati, en Rumanía, a orillas del Danubio, ya sea en Constantinopla, Damasco o Beirut, la belleza y la magia de las historias es sobrecogedora. “¡Oh, el hermoso y triste Líbano!” Un vendedor de salep homosexual que busca a su hermana en los harenes; un hombre que lo tuvo todo, lo perdió todo, y quiso morir de alcohol; un bandolero que es como una cascada de pasión…
Por favor, lean este libro, porque puede que no tengan más oportunidades.
“Si sigo siendo bueno a pesar de cuanto vi, de todo lo que sufrí, es para rendir un homenaje a aquél que creó la bondad, que la hizo escasa y la situó entre las bestias, como única justificación de la vida”.
2 comentarios:
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Así que esta es.
ResponderEliminarCabe preguntarse si el autor de la entrada mantendría hoy sus reflexiones sobre el destino.
Um, ya veo que no escapo de leerla.
Sí, el autor mantendría hoy sus reflexiones sobre el destino. Ese nuestro trabajo y pasión sobre y con lo que se nos da.
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