domingo, 19 de julio de 2009

Las dos amigas y el envenenamiento, Alfred Döblin


Si todos nos hemos preguntando en algún momento en qué consiste la diferencia entre realidad y ficción, esta... ¿novela? obra, hará que volvamos a hacernos la pregunta.
Aquí Alfred Döblin narra un hecho real como si fuera una novela. Es médico. Se ha psiconalizado, mal que le pese (según comenta en el epílogo) y se maravilla. Ésa es la objetividad que busca, la del médico. Pero no olvidemos que ha sido ¿se deja de ser? expresionista, que vive en esa fascinante Alemania de entreguerras. No olvidemos…. ¿no son los expresionistas más freudianos que los surrealistas? Los surrealistas son pacientes bastante felices, al fin y al cabo, con algo infantil. Los expresionistas son médicos quizá un tanto angustiados. Dice de Freud:
“El alma humana vagaba por el mundo desde muchos siglos atrás, expulsada por médicos y psicólogos. Había buscado refugio en los poetas y también en los sacerdotes. El sacerdote la llevó al devocionario. El poeta le ofreció el brazo y fueron juntos a pasear por los prados. Freud la hizo entrar en su consulta, cerró la puerta tras ella y dijo:
-Quítese el sombrero, señora. Sí, desnúdese, por favor.
(…)
Quisiera señalar que el alma, asustada por esta invitación, se ha quedado en la puerta hasta nuestros días, y no se ha quitado siquiera el sombrero”

Total. Döblin investiga en el proceso, la personalidad, las circunstancias que pueden llevar a alguien que no es un monstruo, porque no existen los monstruos –eso es uno de los supuestos de la objetividad-, a hacer ciertas cosas. La comparación con A sangre fría no es casual. La posición de Capote y de Döblin es opuesta. Mientras que Capote se ve arrojado él mismo al conflicto que supone acercarse a un asesino, Döblin no lo hace. A lo mejor está más preparado para mantener la distancia por su profesión de médico. Capote se zambulle en donde sea y luego sale escaldado.

A propósito: magnífica película. Una obra maestra. Vedla. Papelón de Philip Seymour Hoffman. Y perfecta invención de la tragedia posible de Truman (a estas alturas ya tengo confianza con él como para llamarlo Truman en la intimidad.). Son demasiadas cosas que decir. No puedo hacerlo así. Mañana hablaré de esta película. Por la tierra roja de Tara lo juro.

Ese “ritmo endiablado” del que hablan en la solapa es simplemente el necesario para poder seguir siendo el médico. Eso que parece mala hostia no es más que la desesperación por mirar al abismo y mantener la distancia. Lo que no hace Capote. Tampoco lo hace Freud en sus casos clínicos. Freud escribe maravillosamente, pero no hay confusión posible sobre la ficción o realidad o punto de vista del narrador en sus relatos. Es, sin duda alguna, un médico. No Döblin. Döblin está en el medio. ¿Cuál, cuál es la diferencia? Intuyo que llego a algún lado… ¿me quedaré finalmente en la llanura que hay ante la muralla, acampada ahí durante años? Los crepúsculos son bellísimos.

Es tan interesante el epílogo en que el autor reflexiona sobre su obra, sus objetivos, la utilidad de haberla escrito, etc., como la obra misma. De hecho, ambos son la obra. Así lo he interpretado yo.
Ahora que están de moda los malos tratos… ¡perdón, perdón, no quería decir eso! Ahora que los malos tratos de siempre han pasado, al fin, a ser intolerables, inmorales, ilegales, etc., Ahora que se habla, al fin, de lo que era un silencio sangriento y triste, deberíais leer esto:

“Su prurito sexual había aumentado. Buscaba cada vez más a menudo y con más intensidad envilecerse a sí mismo y a su mujer. Volvió a arrastrarla a la tenebrosa esfera del odio. Despertó en ella instintos que después se volvieron contra él de manera atroz. En el fondo fue el impulso de su propio odio lo que más tarde ….(spoilers)..... Tenía que hurgar en el cuerpo de Elli, hacer brotar su sensualidad de todos los pliegues de su piel. Sentía la necesidad de devorarla en el sentido literal, físicamente. No eran simples palabras cuando, en un abrazo salvaje, le decía que quería sus excrementos, que tenía que comérselos, tragárselos. Estas escenas se producían en momentos de embriaguez, pero también en otros de sobriedad. Era, por una parte, autoflagelación, sumisión, mortificación, penitencia por su inferioridad y su maldad. Por otra, era un intento de curarse el sentimiento de inferioridad: eliminando lo que era superior. E, independientemente de eso, un deseo salvaje, y un furor sanguinario, ocultos en una ternura bestial.”

Impresionante, ¿verdad? A propósito, otro día tengo que hablar de la diferencia que existe entre comprender y justificar.

Jo, no estaría mal tener algún lector. Me lo estoy pasando bien.

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