martes, 20 de octubre de 2009

Un soplo de vida, Clarice Lispector

-->Reconozco que podría haber ocurrido todo lo contrario: que, al leer esta novela de Clarice, una reflexión íntima del personaje que crea a Ángela Pralini y la misma Ángela Pralini sobre el acto de escribir o, en el segundo caso, el acto de ser escrito, podría haber ocurrido, como digo, lo contrario: que no quedara ya nada más por escribir, que ella lo hubiera dicho todo, que un diario a dos voces entre creador y creado fuera lo último que podría decirse acerca de la escritura, del papel en blanco, del temblor de la pluma. Y, sin embargo, sin embargo un milagro: lees, devoras, vives y, aunque sabes que nadie arrojará sobre un mismo tema tanta claridad y precisión, sufres unas irrefrenables ganas de escribir. Y Clarice te lo advierte, te dice que tiene miedo de escribir, a través de la confusión del escritor que ya nada sabe de la frontera entre la realidad de Ángela y su propia aportación a un cuerpo sólo literario, que es peligroso escribir, que se hurga en lo que está oculto y que ocultas son tantas las raíces que se sumergen bajo la capa sencilla de la vida y bajo el mar, te dice que para escribir debe instalarse en el vacío y, sin miedo, uno lee y desea ese vacío, ansía el momento de llenarse de ese vacío como si pudiera ser el hueco que hay en la barriga de una mujer que acaba recién de parir, así es la literatura, como ese hueco caliente y abierto para tantas palabras que están por nacer, y es peligroso y sin embargo necesario, te habla de un pozo de sangre de donde saca todo lo que acaba por escribir y sin embargo el resultado es tan bello como un bebé que te pertenece. Es un tema socorrido, el de esta trama literaria, pero está escrito como nunca antes. ¿Qué existe más, lo que se vive o lo que se recuerda haber vivido sin que eso haya ocurrido? Como digo, es un tema que todos, incluso los que no podemos desmenuzar el tema hasta dejarlo tembloroso como hace Clarice en Un soplo de vida, hasta en los que me incluyo, hemos tratado. Y aún así tiene algo de novedoso, algo de nunca dicho y nunca escrito, algo que sólo pertenece a la escritora brasileña. No es el primer libro que, hablando de escribir, alente a la escritura, pero éste lo hace desde algo muy íntimo, es como si esos labios de Clarice, tan siempre como si acabara de robar el beso definitivo y decisivo, saliera de las páginas y se pusiera a soplar, poniendo los labios en una o, dándote vida, encendiendo en ti la llama del saber o del inmenso no saber. Ella misma te lo dice: Éste es un libro silencioso. Y habla, habla en voz baja. Que sea su obra póstuma me hace pensar que ahí se esconde todo lo que quería dejar dicho, dejar escrito, antes de irse. La muerte le rondaba y Clarice estaba más lúcida que nunca. Y Ángela Pralini, existente o por existir, vive dentro de todos los personajes que viven o mueren dentro de cada novela. Un soplo de vida es una experiencia universal que no habla de nada y lo habla todo, lo deja todo hablado. Dice que en cada palabra late un corazón y este libro, como su título, a mí me deja un soplo ahí mismo, unos segundos de parada cardíaca y, después, al cerrarlo, un descompás de los latidos. Es un libro en carne viva. Roja, sangrante, sabrosa.

3 comentarios:

  1. ¿Puedes creer que incluso me ha caído una nada sangrante lágrima? Es precioso cómo lo explicas, Fusa, cómo lo has sentido, las metáforas que utilizas para que tus lectores lo sientan también... y, hay una tercera voz, la de la escritora que inventa al narrador que inventa a Ángela que es la escritora y tú y nosotros, los que hemos leído a Clarice y los que no. Tú has multiplicado las voces.
    Gracias por el precioso regalo.
    (la palabra de verificación era expermis, pero he tenido un lapsus y he leído epidermis. Tú la has traspasado)

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  2. totalmente de acuerdo!es un libro en carne viva!

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  3. Bel: todavía me recuerdo la navidad pasada leyendo este libro, y diciendo: gracias, gracias, gracias. Porque me fui a una librería a buscar, ingenua e ignorante, los desastres de Sofía, sin saber que era un cuento incluido en una antología, y después de tanto buscar, dije: pues éste. Porque, ya ves qué tontería de elección, o qué acierto, la primera noche que dormí con H. me dijo que él tenía un soplo, que es que se te para el corazón unos minutos y después: pum, pum, pum. Seguido. Y lo elegí por eso. Y la experiencia fue tan inolvidable... así que, de nuevo, gracias, gracias, gracias.

    Rayuela: es un libro en carne viva y leerlo es darle un bocado a la vida y a la literatura. Me quedé sin aliento los días que me duró en las manos, que fueron pocos. Además por entonces yo estaba escribiendo Bergai y para mí Ángela Pralini eran todos mis personajes.

    Gracias por pasar por aquí, chicas.
    Se agradecen tan buenas compañías.

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