viernes, 30 de octubre de 2009

El Vicecónsul- Marguerite Duras

El ex vicecónsul de Francia en Lahore espera en una habitación su nuevo destino diplomático. Algo pasó, algo terrible, algo que no se dice. Y fue separado de su cargo. El vicecónsul está loco. Está loco de cordura.
Mientras tanto, en la residencia consular, Anne Marie sueña con infancias lejanas; y Peter Morgan, el joven escritor, quiere reescribir la miseria en los pasos de una adolescente embarazada, puesta fuera de su casa, que cruzará las montañas de Siam y llegará a Calcuta, a confluir en el ambiente oprobioso, aplastante, enajenado, en el que se mueven los diplomáticos.

Duras dijo que éste libro, el más difícil, "grita sin voz por todas partes". Y así es. Grita contra la miseria, contra la soledad que invade al mundo entero.
"La lucha del vicecónsul es una lucha a la vez ingenua y revolucionaria", dijo Marguerite. "Es la mayor injusticia del tiempo, de todos los tiempos: y si uno no llora por eso una sola vez en la vida no llora por nada. Y no llorar nunca es no vivir."


jueves, 29 de octubre de 2009

Cementerio de pianos, José Luís Peixoto

Ahí donde mueren unos pianos, donde hay piezas abandonadas, teclas que hacen eco del silencio, donde un piano no es más que un mueble lleno de polvo, abandono y soledad, ahí es donde viven y mueren los personajes de esta novela, donde trabajan y aman, donde enseñan y esconden, donde descubren y desaprenden. Pero... pasa algo extraño. Puede ser que el padre sea el hijo y por lo tanto el que era tío se convierta en hermano, o también puede pasar que la madre sea esposa y las hermanas, hijas. Todo eso puede pasar en esta novela. Puede pasar en cualquier vida, pero sólo se entiende en esta historia, sólo se desvela en estas páginas de Peixoto, sólo uno se pregunta cómo leyendo Cementerio de pianos. Entonces, el principio: digamos que, cuando nace el nieto, el abuelo muere, también nace el sobrino y el padre muere, también nace el hijo y el padre muere. Todo eso puede pasar al mismo tiempo. Y H. me decía, viéndome desesperar ante las páginas del libro: ¿tú crees que, a estas alturas de la historia -que era aproximadamente en el ecuador-, todos los lectores se harán las mismas preguntas que tú? Las preguntas eran: ¿pero es el padre o el hijo, aquella historia quién la contaba, el tío es el del ojo, por qué ahora dice que es el hermano, quién está hablando, a quién pertenece esta voz que no cesa y a la vez desaparece?

miércoles, 28 de octubre de 2009

Lo Real. Belén Gopegui.

“Escribo para llegar a ser capaz de comprender por qué hacemos las cosas”… son palabras de Gopegui. Si el lector, como ella, se hace preguntas acerca del funcionamiento de nuestro mundo, las relaciones que en él se establecen y trata de encontrar respuestas, éste le resultará un libro interesante que paladeará en muchos de sus párrafos. No es la primera novela que leo, y disfruto, de ella y en todas he percibido una prosa con capacidad de desentrañar y mostrar la realidad de nuestras relaciones, ya sean personales o sociales. Tan relacionadas unas con otras.
Lo real, el libro que nos ocupa, es la historia de un periodista, Edmundo Gómez Risco, contada por Irene, su narradora y colaboradora. Situado en los años 80 y 90, la reciente democracia y aquellos años en los que se gestaron la desilusión, el uso de los medios y la pérdida de la inocencia (la nuestra) al optar todos por el beneficio propio y la “lógica del mercado”. Conocemos al protagonista en la adolescencia y vamos intuyendo su línea de actuación en la vida, cuya finalidad es conseguir un grado de libertad mínimo al margen del vasallaje que ocultan todas las relaciones, sobre todo las laborales, saltándose para ello ese concepto de moral al uso en las clases medias que es la bondad, el actuar correcta y justamente y que, sin embargo, difícilmente determina las relaciones profesionales del individuo y por ende su estatus económico y social.

martes, 27 de octubre de 2009

La Montaña del Alma, Gao Xingjiang


El movimiento del coche comedor del tren hace que dos tazas de té se entrechoquen.Así se iniciará el diálogo entre dos hombres con un mismo destino: llegar a Lingshan, en la China del norte, hasta encontrar la Montaña del Alma.De esta manera, "él" y "tú", guiados por una voz narradora omnisciente, iniciarán el viaje.Un viaje geográfico, pleno de relatos, de descripciones de la naturaleza, de leyendas, de fábulas ancestrales; y un viaje interior, reflexivo, de búsqueda personal y social, de exploración filosófica, de anhelo de pureza,de alcanzar la escencia misma de las cosas.
Podemos decir, sí, que este es un libro de viajes.La voz narradora, distante de los hechos pero conocedora de los mismos, nos involucra con el particular uso del "tú", y es así como nos volvemos partícipes viajeros en esta novela íntima,delicada, llena de ternura.


Gao Xingjiang fue ganador del Nobel de literatura en el año 2000. Es, también, un destacado artista plástico, que mantiene la tradicional técnica de la pintura china: tinta sobre papel de arroz.

domingo, 25 de octubre de 2009

Las palabras de la noche, Natalia Ginzburg

Que yo sea una admiradicta de la vida rural literaria, de los pueblos, de -y esta expresión me gusta mucho- la gente antigua, del lenguaje coloquial, del lenguaje, como se dice en catalán, tal com raja, así, como viene, no me impide saborear de forma objetiva esta novela entrañable y tierna enmarcada en uno de esos escenarios que me sacan de una realidad, un tiempo y una ciudad tan alejados. No se miente si se dice que es la conversación de una madre y una hija, o se dice que, a propósito de eso, se explican muchas más cosas. No se miente. Sin embargo, creo que el argumento es mucho más extenso que eso. Y la protagonista es tan imprescindible como sustituible. Es una historia narrada en primera persona, sin embargo, esa voz que pertenece a una mujer, a la hija de ese diálogo, desaparece por completo y, si no se piensa mucho, hasta se puede olvidar por qué se está hablando de lo que se está hablando: por qué Purillo, por qué el viejo Balotta, por qué Magna María, por qué Barba Tomaso, por qué Mario, por qué Gemmina, por qué Raffaella, por qué, finalmente, Tomasino. Se olvida la voz porque deja de ser importante, se crea una lejanía que ya ese diálogo que al principio parece tan central y tan origen y tan centro, se convierte en la excusa, en el telón de fondo.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cae la noche tropical, Manuel Puig


Nidia y Luci son dos hermanas ancianas, argentinas exiladas en Río de Janeiro a mediados de 1.980. Comparten departamento, recuerdos y chismes.
Silvia es la vecina de piso, también argentina, joven psicóloga, exiliada política. Es de ella de quien las hermanas hablan a trasluz...de ella, de su (y, de paso, de "sus") pasado, de su marido, de su amante. Lentamente Silvia se incorporará a sus vidas, cerrando así un círculo de mujeres cuyas vidas se balancean con la brisa del trópico.
Mezcla de género rosa, cine de Hollywood y bolero, "Cae la noche tropical" juega a melodrama, viendo con mirada tierna y poética la soledad, la vejez y la muerte; y aplaude el poder de decisión de la mujer, sea cual fuere su edad.

Océano mar, Alessandro Baricco

La posada Almayer es como un hilo telefónico que conecta la nada con la nada y que reposa sobre el mar, a unos metros solamente, desde donde pueden salpicarte fácilmente las gotas de algunas olas que no encuentran paz alguna entre tanto agua, entre tanto azul y verde. Y ahí arriba del hilo, subidos, pequeños, piando alto o bajo, están todos los pájaros que son los siete personájaros de esta posada a la que acuden buscando reposo y respuestas y algún milagro. Si partieran en dos el edificio y pudieran verse las habitaciones como en una de esas casas de muñecas en miniatura, encontraríamos a un hombre que escribe todos los días una carta de amor para una mujer que todavía no conoce, encontraríamos a un pintor que está obsesionado con pintar el mar y que se ayuda de un profesor obsesionado con encontrar los límites del mar -de haberlos- para poder plasmarlo en papel, encontraríamos un cura con propia religión y propias oraciones, encontraríamos una mujer que necesita tomar lejanía de su vida para poder seguirla o entenderla puesto que ambas cosas no sabe, encontraríamos una niña que no quiere morir y se arriesga y abandona su casa y a su padre, encontraríamos un hombre silencioso y misterioso que apenas sale de su habitación. Dos niños que regentan el hotel: dos niños que ya no son niños, o que siempre lo serán, sabios, ocurrentes, rápidos.

jueves, 22 de octubre de 2009

Buenos días, tristeza. Françoise Sagan

Soy Cécile y tengo diecisiete años y mi padre es un hombre maduro y atractivo y vivimos juntos como amigos aunque yo nunca consiga verlo nunca del todo así y yo, por supuesto, aunque desconocida y lejana para él, tampoco sea jamás una amiga. Las amigas de papá siempre son jóvenes pero no tanto como yo y son guapas como Elsa que es pelirroja y tiene los ojos verdes. Soy Cécile, tengo diecisiete años y empiezo a darme cuenta de lo que es la madurez y de lo que supone hacerse adulto: supone jugar, también, como cuando eres pequeño, pero con cosas de verdad, con cosas que, si rompes, no vuelves a recuperar ni poder comprar por cuatro monedas oxidadas. Soy Cécile y no soporto que Anne, la amiga de mamá, mamá, mamá, la mamá muerta, se haya introducido en nuestra vida y me haga de madre y yo no sepa cómo hacer de hija: si admirarla o temerla o ambas cosas. Soy Cécile y Elsa va a ser mi nuevo juguete, si se rompe puedo pedirle otro a papá. Soy Cécile y tengo diecisiete años y me siento poderosa y avergonzada pero sobre todo poderosa con estos hilos que cuelgan de mis manos, con estos títeres que se mueven bajo el sol que se esconde bajo mi palma.

miércoles, 21 de octubre de 2009

El túnel, Ernesto Sábato

María Iribarne se detiene ante un cuadro del pintor Juan Pablo Castel. En él hay trazos y pinceladas superficiales, hay una historia en el lienzo a la que todos se asoman a mirar, como si fuera una ventana. En las galerías pasa eso, Juan Pablo sabe: todos se detienen ante los cuadros y miran como si vieran lo que el pintor quiso que vieran, y miran posando, como si todo estuviera tan lejos, como si fueran capaces de descifrarlo. Pero ninguno, excepto María Iribarne, que en ese momento todavía no tiene identidad para Juan Pablo, fija su mirada en una ventana que hay al fondo de la pintura. Una ventana aislada, incomprendida, solitaria: como el pintor mismo. Él la está observando. Ve cómo sólo una persona, de tantas, se fija en lo que de verdad importa, en lo real del cuadro, en lo único que vale la pena de toda la exposición. Esa ventana. María se marcha y, desde ese momento, ya está escrito un crimen. Juan Pablo empieza a fantasear con esa mujer que siente como él, que ve como él, que intuye como él. Juan Pablo, el pintor lejano y diferente, comprendido al fin. Así que la empieza a idealizar en su pensamiento: la introduce en su vida sin pedirle permiso, la hace suya, imagina cómo sería un encuentro con ella hasta que eso sucede. Para cuando tú conoces esta historia, ya sabes que Juan Pablo ha matado a María Iribarne. Lo sabes en la primera página, él mismo te lo dice: he matado a María, la única persona que pudo comprenderme en todo el mundo, la he matado y además no pienso justificarme, espero que tú tampoco lo hagas, lo he hecho, lo he hecho.

martes, 20 de octubre de 2009

Puro fuego. Confesiones de una banda de chicas. Joyce Carol Oates


Épica oscura del alma adolescente. Fuego indomable. FOXFIRE SIEMPRE ARDE.
Maravillosa novela sobre una banda de chicas en los años 50. Pero qué chicas. Son figuras que se elevan en llamaradas y se recortan contra el azul purísimo del cielo. Las chicas están solas, sin familias ni amor en sus hogares miserables, y encuentran, en la banda, más belleza de la que nadie puede imaginar. Su amor es límpido y oscuro, abrasador, y las llena de un orgullo y una fuerza que puede con todo. Todo. FOXFIRE NUNCA PIDE PERDÓN.
Me sorprende descubrir, pero al cabo de un instante no, que Oates es una escritora que los-las góticas consideran suya. He leído obras de fanficción adolescente –escritas por mujeres muy jóvenes, protagonizadas por sus personajes favoritos- a las que me recuerdan estas confesiones de una banda de chicas. Hay un poder terrible en la entrega absoluta a un grupo -en la entrega, sin más; y el alma adolescente adora esta entrega-, hasta la muerte. Comienza con un rito de disolución y de unión y, tras él, los miembros renacen en el grupo. La amistad sustituye a la familia. Las sangres se mezclan. Chicas contra el mundo. Contra LOS OTROS. Se puede respirar esa energía desatada en los primeros tiempos de FOXFIRE. Es impresionante.

Un soplo de vida, Clarice Lispector

-->Reconozco que podría haber ocurrido todo lo contrario: que, al leer esta novela de Clarice, una reflexión íntima del personaje que crea a Ángela Pralini y la misma Ángela Pralini sobre el acto de escribir o, en el segundo caso, el acto de ser escrito, podría haber ocurrido, como digo, lo contrario: que no quedara ya nada más por escribir, que ella lo hubiera dicho todo, que un diario a dos voces entre creador y creado fuera lo último que podría decirse acerca de la escritura, del papel en blanco, del temblor de la pluma. Y, sin embargo, sin embargo un milagro: lees, devoras, vives y, aunque sabes que nadie arrojará sobre un mismo tema tanta claridad y precisión, sufres unas irrefrenables ganas de escribir. Y Clarice te lo advierte, te dice que tiene miedo de escribir, a través de la confusión del escritor que ya nada sabe de la frontera entre la realidad de Ángela y su propia aportación a un cuerpo sólo literario, que es peligroso escribir, que se hurga en lo que está oculto y que ocultas son tantas las raíces que se sumergen bajo la capa sencilla de la vida y bajo el mar, te dice que para escribir debe instalarse en el vacío y, sin miedo, uno lee y desea ese vacío, ansía el momento de llenarse de ese vacío como si pudiera ser el hueco que hay en la barriga de una mujer que acaba recién de parir, así es la literatura, como ese hueco caliente y abierto para tantas palabras que están por nacer, y es peligroso y sin embargo necesario, te habla de un pozo de sangre de donde saca todo lo que acaba por escribir y sin embargo el resultado es tan bello como un bebé que te pertenece.

lunes, 19 de octubre de 2009

Carta de una desconocida, Stefan Zweig

María Zambrano, con toda la poesía puesta como si fuera un vestido de noche, nos habló de cómo escribía el hombre y cómo escribía la mujer. Y, por lo tanto, de cómo sentían ambos, porque enfrentarse a la escritura no es otra cosa que combatir una soledad y vivirla. Como digo, habló de las diferencias que hay entre ambos: la mujer se vive desde adentro, el hombre lo hace desde fuera, la mujer escribe así, de dentro al exterior, y el hombre todo lo contrario, mucho más práctico, como una definición exacta, liberado, no sencillo pero sí más directo, la mujer, en cambio, lo hace desde el interior, como deshaciendo una madeja de sensaciones, y de ahí que las miradas de ambos disten tanto una de otra. Es una explicación como otra cualquiera que puede servirte o no: conmigo dio resultado. No dice en ningún momento que alguna de las dos sea superior, ni mucho menos, ni más apta, ni más eficaz, pero abrió una brecha ahí, entre ambas miradas, con la que coincidía totalmente sin saberlo hasta que ella encendió una luz de conocimiento en mí. Me he encontrado, sin embargo, muchas veces, con que para alabar la escritura y sensibilidad de un hombre se recurre al mismo lugar común: siente como una mujer. Y viceversa. Si una mujer es precisa, es clara, es brusca muchas veces, si dice las cosas de afuera para adentro, o de afuera para afuera, se la ensalza por ser tan masculina. En esta novela, pues, dejando ya de lado los preámbulos, se nos da el primer caso. Stefan Zweig siente como una mujer, escribe como una mujer, piensa como una mujer. Mientras leía Carta de una desconocida, de vez en cuando, necesitaba recurrir al ejercicio de apartarme del libro, mirar la historia de lejos, enfriarla, y me decía: Stefan es un hombre, no te equivoques, todo lo que hay de mérito en estas palabras tiernas y crueles por igual, es que no las siente una mujer, las siente un hombre, y no lo parece, no lo parece. No debería ser una virtud que un hombre sea sensible y escriba sobre cosas sensibles, sin embargo, la mayoría de veces, sucede así. Reconozco que he caído en la trampa también y que de Stefan Zweig siempre acabo resaltando esa característica suya tan poco propia en el género masculino. Lo que me gusta de este escritor es que, partiendo de una idea sencilla, consigue recrear todo un mundo que de pronto se te antoja único, como si a nadie más se le hubiera podido ocurrir esa historia, esa trama, ese argumento. En este caso, no es más que una carta, como ya anuncia el título, que una mujer madura le manda a su amado, desconocida hasta entonces para él a pesar de haberse cruzado con su vida hasta en tres ocasiones. Una mujer enamorada de un escritor de éxito, una mujer que decide por fin, tras la trágica muerte de su hijo y la pérdida de tantas cosas, confesarle a R. que, desde que era una niña, está enamorada de él. La fidelidad, la espera, la lejanía, el paso del tiempo, el amor no correspondido y todas las etapas importantes de la vida de esta mujer son tratadas por Stefan Zweig con una claridad y un dramatismo digno de una mujer desesperada y sola. Creo firmemente que, en esas entrelíneas, ahí donde la historia que en realidad no es especial, ahí donde se convierte en un relato difícil de olvidar, ahí donde Stefan Zweig convierte un acto corriente en una vivencia, ahí es donde se esconde eso abstracto que encierra el arte.

domingo, 18 de octubre de 2009

La Reina de las Nieves, Carmen Martín Gaite

¿Cómo era llorar? ¿Quién es la misteriosa señora de la Quinta Blanca? ¿Por qué sentimos vértigo? Hasta nueve años se puede pasar uno escribiendo una novela persiguiendo, como a un niño escurridizo y veloz, la respuesta a esas tres preguntas que nos propone la sinopsis de La Reina de las Nieves. ¿Hasta nueve años? No parece nada comparado con el vacío que intuyo en las personas que ni siquiera se molestan en preguntarse semejantes incógnitas. Nueve años son una minucia si el resultado es una novela como ésta que ha escrito Carmen Martín Gaite. Leonardo Villalba, hilo conductor y protagonista de esta historia, como Kay, el protagonista del cuento La Reina de las Nieves de Andersen, no sabe cómo era llorar. ¿Quién puede saber tal cosa? No es un caso tan aislado, al fin y al cabo, pero pocos podríamos buscar la causa y su respuesta en un espejo de los diablos que, al romperse en pedazos extendiéndose sus partículas de polvo por toda la atmósfera, un trocito de ésos cayera en uno de nuestros ojos, impidiéndonos así volver a llorar y ver la realidad tal como es, si es que la realidad es. ¿Y cómo era llorar? La respuesta la busca Leandro en ese cristalito dichoso que se le ha metido en el ojo, confundiéndosele todo. ¿Se puede confiar en que todas las respuestas de la vida, que son tantas, puedan responderse con un cuento de Andersen? Yo, cerrando el libro del que hablo, confío en cualquier cosa: hasta en el azar. Leandro sale de la cárcel y se encuentra con una vida que, sin la memoria, sin el recuerdo, sin un poder indagar en el pasado y reconocer, no tiene ningún sentido.

sábado, 17 de octubre de 2009

La hojarasca, Gabriel García Márquez

Lo primero es la muerte. Estamos acostumbrados a que sea lo último, pero aquí, en Macondo, en un Macondo todavía virgen y vacío de todo significado y de toda soledad, allí, en ese pueblo amado por todos y desconocido por entonces, la muerte es lo primero. El médico se ha ahorcado. Eso podría resultar, en cualquier lugar pequeño y enrarecido como éste, una tragedia. Una verdadera tragedia. El médico ha muerto y, con él, toda esperanza y toda salvación. Pero igual que aquí la muerte es lo primero y no lo último, que el médico se haya ahorcado es un alivio, una bendición, el cumplimiento de muchos rezos y deseos de los habitantes de Macondo. La novela empieza en una habitación oscura, cerrada, ajena y llena de superstición. Ahí están, contemplando el baile de la muerte, el cuello doblado y débil del médico, el coronel, su hija y el hijo de ésta. Probablemente sólo hiciera falta el coronel que, por otra parte, es el personaje más fiel y duro de la historia, el único que no se deja llevar por el odio y el rencor hacia el médico, el único que le ofreció lo que fuera que pedía este señor que apareció en Macondo un día. Probablemente, como digo, fuera, de los tres, el único imprescindible. Pero decidió llevarse a su hija. Isabel seguramente no lo comprendió hasta que decidió obrar del mismo modo: se llevaría a su hijo pequeño para que la acompañara. Desde esos seis ojos, esos tres corazones dudosos, desde esas seis manos temblorosas, podemos asistir a toda la historia de una vida que empieza raramente por la muerte, por el suicidio.

viernes, 16 de octubre de 2009

La enredadera, Josefina R. Aldecoa

Josefina R. Aldecoa devora a las mujeres. Y se podría decir que literalmente si fuéramos fieles a la raíz de la palabra y en este caso quisiera expresar que se come a una mujer y la convierte en literatura. Así pues: Josefina R. Aldecoa devora literalmente a las mujeres. Porque La enredadera dicen que narra la historia de dos mujeres, Clara y Julia, con un siglo de diferencia. Y yo discrepo. Yo creo que La enredadera narra la historia de todas las mujeres que existen y que están por existir. Yo, que ni hace un siglo que nací, ni he vivido todavía la madurez en mis carnes, yo, que no soy de ninguna de las generaciones de estas dos protagonistas, ni siquiera de la autora, leo La enredadera y leo dentro de mí. Me leo. ¿Y cómo puede ser eso si sólo se narra la historia de dos mujeres? Pues por eso mismo que decía al principio. Porque Josefina en esta novela habla de la mujer, como si pudiera reducirse tal cosa a unas páginas y a unas palabras. Lo hace. No sé cómo, pero lo hace. En este caso, sumergiéndome en estas historias paralelas y encontradizas, puedo darme perfectamente cuenta de que sí, de que la mujer, tan laberíntica, tan perdida tantas veces, tan inabarcable, la mujer puede limitarse. Porque Clara, que se casó con un hombre rico, un indiano, y queda totalmente subyugada a él y más tarde abandonada por él, con una única hija que acaba por dejarla sola metiéndose a monja, se parece tanto a Julia, una mujer independiente, moderna, libre, casada y divorciada, o distanciada, con aventuras por dentro y por fuera de su cuerpo, con un hijo.