viernes, 13 de noviembre de 2009

Una casa para siempre, Enrique Vila-Matas

¿Las memorias de un ventrílocuo quién las puede escribir: el muñeco o el que habla por él sin mover la boca, de forma misteriosa? ¿Quién debería hacerlo si ese mismo ventrílocuo tiene propia voz, no es capaz de cambiar la suya por la del personaje, quién debería escribir tales memorias? Yo lo tengo claro: Enrique Vila-Matas. Él que es tan escritor y tampoco puede -ni debe ni necesita- cambiar su tono por otro ajeno y desconocido, él debe escribir esas memorias porque habita desde hace mucho tiempo en esa casa para siempre que es la imaginación y es tan capaz. Ésta es una novela-en-cuentos, que dice Rodrigo Fresán, una novela completa y suficiente por sí misma, pero plagada de fragmentos del interior de ese ventrílocuo, relatos y cuentos, episodios parcialmente apartados del total, casi independientes. Se puede decir que el hilo conductor es la vida de ese personaje, el ventrílocuo, sus contratiempos, su amada que lo abandonó por un peluquero, la búsqueda -o no- de tal ladrón, un inicio algo detectivesco de la mano de, ni más ni menos, que una Margueritte Duras que ni empieza ni acaba donde su nombre y su imagen real y conocida. En la contraportada de Anagrama se asegura que un libro de memorias escamotea algo o mucho y, en este caso, ocurren ambas cosas.
Hay vacíos en la historia, hay detalles que desaparecen, que se intuyen, que se pasan por encima y que no son menos importantes que los demás que sí están. Y, sin embargo, son sobrantes a ojos del lector que está metido en esa vida de voces y búsquedas, de habitaciones y palabras, de casas para siempre y ficción. No hay nada que falte y sin embargo no existe un orden en estas memorias algo olvidadizas. El otro día hablé, a propósito de Pedro Páramo, de lo que puede dejarte una madre moribunda con sus últimas palabras -recuerdos, llaves, escondites, secretos- y de nuevo me sorprendo con lo que la muerte cercana nos deja en las manos, además de un escalofrío. ¿Un padre puede dejar una casa para siempre, una herencia, un lugar donde refugiarse? Sí, claro que puede. Lo que nadie espera, lo que una persona ávida de riqueza y patrimonio no se espera, es que esa casa sea la de la ficción. Cuando llegué al final de esta novela-en-cuentos, me dieron ganas de volver al principio, de no obedecer ninguna ley de verosimilitud o realidad, entrar en esa casa que nos brinda Enrique Vila-Matas y llenar con mi propia palabra -escenario del crimen- todas esas habitaciones vacías que puede tener un libro de memorias. ¿De quién son las memorias, tan traicioneras y cambiantes? ¿Quién habla en estas páginas que te absorben, el ventrílocuo o el muñeco, a qué recuerda esta voz? Recuerda a Enrique Vila-Matas.

4 comentarios:

  1. Para el que quiera leer más y mejor:
    http://www.enriquevilamatas.com/obra/l_unacasaparasiempre.html

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  2. Chicas: ahí abajo he puesto una cosa que no sé si sirve de mucho, pero menos es nada. Imagino que estáis conformes. Tampoco implica demasiado tenerlo puesto, pero supongo que es mejor que no tenerlo.

    Ivo Serenatha and Friends: thanks!

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  3. Absolutamente de acuerdo con tu apreciación de Una casa para siempre!

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  4. Me gusta Vila- Matas, su mundo siempre tan literario y vital, qué es qué y dónde acaba o empieza el qué?

    Éste no lo he leído, tendré que buscarlo, tiene muy buena pinta...

    (Mejor que esté, que no ésté, tienes razón, Fusa, aunque nunca he tenido muy claro si serviría de algo)

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