viernes, 20 de noviembre de 2009

Señora de rojo sobre fondo gris, Miguel Delibes

Nicolás le escribe una carta a su hija, que está a punto de llegar a casa, está a punto de volver de la cárcel, donde ha estado encerrada por asuntos de rebeldía estudiantil. En ese tiempo en el que ella ha estado aislada de la vida pero no del dolor que ésta soporta, ha dado tiempo de algo que cambiará a todos: la muerte de su madre. La esposa de Nicolás, Ana. No le escribe a su hija para contárselo, porque ya lo sabe, no le escribe a su hija, se está escribiendo a sí mismo. Está rindiéndose un pequeño homenaje y un gran exorcismo con su difunta mujer. Lo hermoso de ese monólogo es que, aunque la muerte de Ana no tarda en aparecer, el personaje se nos hace tan vivo y querido, que no notas su ausencia. Nicolás, el narrador, Miguel Delibes, el quizá alter ego de este personaje, habla de su mujer con tanta ternura y tan de hoy, a pesar del pretérito, que acaba engañándote y haciéndote olvidar, quién sabe si olvidando a ratos él también, que Ana no está. Y, sin embargo, cuando llegas al final, que es el principio, cuando estás frente a su muerte, cuando reconoces esa información que ya te habían dado pero que habías omitido para respirar bien la novela, quedas sorprendido. Es como si durante todas y cada una de las páginas que has ido pasando fueran nada más que una esperanza inútil de que se hubiera equivocado, de que fuera un sueño, una pesadilla, un error.
Intentas creer que todo eso pertenece a otra cosa que no es la realidad, confías en que después Ana esté viva, tan viva como Nicolás la recuerda, pero eso no ocurre y las palabras de este hombre todavía enamorado a pesar de los años son las más emotivas del mundo, como si sólo a él se le hubiera muerto la esposa, como si sólo fuera él el que soporta el peso de un ser querido que nos abandona. Podría decir también de Señora de rojo sobre fondo gris que es una carta extensa de un pintor que sufre un colapso a raíz de la enfermedad de su mujer, que es una declaración de amor en toda regla, una declaración a destiempo, que es un documento para su hija que está a punto de volver, que es una especie de memorias de algunos rasgos importantes y destacables de Ana. Pero es sólo un pobre hombre que no sabe cómo afrontar su vida tras la muerte de su amada, es sólo eso, es sólo que la echa de menos, es sólo que la necesita pero ya no está. No es más que eso, un pequeño gruñido de descontento, de injustica, es un gemido infantil, una larga fiebre que no cesa.

1 comentario:

  1. Es una cosa curiosa que pasa con ciertos escritores cuando te los obligan a leer en un momento determinado, pues luego les guardas como cierta manía... A mí me pasa con Delibes, con quien este año pensé que debía reconciliarme; y bueno, que tomo nota de esta señora de rojo...

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