jueves, 10 de junio de 2010

Cuatro hermanas, Jetta Carleton

¿Si Jetta Carleton hubiera empezado a escribir de soltera, joven, con toda una vida por delante, habría sido capaz de engendrar una novela como Cuatro hermanas? ¿Si sólo hubiera empezado a escribir un poco antes, lo suficiente para que no tuviera sólo una novela escrita? ¿Si hubiera muerto más tarde, habría escrito más, habría llegado a ver publicada su obra? ¿Se convertiría en una Bartleby más, en una Rulfo, habría guardado silencio o simplemente el nivel de sus siguientes escritos no hubiera estado a la altura? Cuando empecé Cuatro hermanas, a las veinte páginas, cuando todavía no tenía saciada la curiosidad -¿por qué salen tres muchachas en la cubierta y no cuatro?-, ya estaba angustiada sabiendo que no me quedaría otro universo más de Jetta Carleton, que tendría que acogerme para siempre a esa familia que dibuja y desdibuja, que quizá fue la suya, que quizá no fue de nadie y ahora es tan nuestra. Pero, desdramatizando y siendo justos, qué importa que sólo tenga una novela, qué importa que no nos quede nada de ella, que no supiera que llevaba adentro una escritora inocente pero cultivada, qué importa si ya es suficiente con Callie, Mathew, Leonie, Jessica, Mathy y Mari Jo, qué importa si Ed, qué importa si Mis Haggar o Charlotte Newhouse o Alice Wandling. ¡Al diablo, qué importa lo que hubiera podido ser si ya forman parte de una realidad rural y lejana, rural y cercana, rural y nuestra!
Fragmentada en cada uno de los miembros de la familia, uno se ve incapaz de juzgar o criticar valores: una vez tienes claro qué está bien y qué está mal, como un lector justo e imparcial, descubres un nuevo hilo del que tirar, de donde sale otra voz, otros miedos, otras dudas, otro rezo, otra fe. De entre muchachas alegres con sombreros y flores silvestres bajo los pies, el respeto, la educación, el adulterio, el deseo, la infancia y la estúpida madurez, de entre todo lo que Jetta Carleton reúne como banalidad y convierte en existencial, de entre todos ellos nace una luz que es el mundo, la vida, y acaba uno rindiéndose a los pies de un milagro que somos nosotros mismos, una mariposa, una cinta celeste, cualquier cosa, cualquier cosa, y se siente uno agradecido y complaciente, campesino, de mejillas rosadas: en paz, efímeramente conformista con la palabra de Jetta Carleton (más allá de Dios, o más acá).

Editorial Libros del Asteroide,
432 páginas

5 comentarios:

  1. No había oído hablar de ella.
    Gracias por rescatarla.

    Besos.

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  2. Qué buena reseña Fusa. No me canso de dar gracias a Libros del Asteroide por rescatar joyas como ésta, los días ocntados o la reciente Diario de un ama de casa desquiciada.

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  3. La leí, con ciertas reticencias he de decir, en un principio me parecía algo así como Mujercitas con algún toque de modernidad, y poco a poco me fui enganchando a su escribir, su forma de contar y esas hermanas que como todas las hermanas (todas las familias) se acaban asemejando y reflejando historias no tan individuales o localizadas.

    Por cierto, nada más terminarlo se lo dejé a mi hermana y opina igual, jeje.

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  4. Es verdad que a mí también me costó el principio. Lo llevaba en la mochila y me daba como pereza. Pero un fin de semana en la playa, metida en una casa de madera, lo saqué, empecé, devoré, admiré... y ahora me parece una delicia de libro y ese principio dudoso pasó a mejor vida.

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  5. Ya, las jugadas que nos hacen los prejuicios, verdad? jajaja

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