domingo, 28 de marzo de 2010

Claus y Lucas. Agota Kristof

Quinteto, 2007
Claus y Lucas es una novela sorprendente, cuando menos. Muy original. La primera parte –la primera novela, pues es una trilogía cuyos libros se escribieron y publicaron en lapsos de años- es un intento de utilizar un lenguaje denotativo en el que no caben opiniones, sentimientos, aproximaciones. Un intento exitoso, si pasamos por encima de la mirada inevitable, del punto de vista, de que lo que nos muestra -la autora, a través de los gemelos- es sólo algo de lo que nos podría contar, de la infinidad de posibilidades de la vida. Quienes lo hacen son dos niños, en primera persona, para hablar del mundo amenazante en torno a ellos, contra el que se ejercitan: ejercicios de endurecimiento, de inmovilidad, de hambre, de ceguera, de crueldad. Es imposible abrir este libro y no seguir leyendo. No hay ni un adjetivo, ni un verbo de sentimiento. “Sólo hechos”. Los niños no pueden decir “mamá nos quiere”, porque no tienen la seguridad de ello. Dicen “mamá nos abraza y llora”.
En la segunda parte los gemelos se han separado, y la ausencia del otro duele como si uno hubiera sido escindido. Está incompleto. Se abre. Conoce la amistad y el amor. La vida ya no está al otro lado de un cristal. Sin embargo, la tercera parte obliga al lector a reconsiderar esa vida. Es de difícil comprensión, o casi imposible comprensión. ¿Qué es una historia de una vida? La gran mentira es el título de una de las novelas. A través de la narración construimos la vida.



Es una novela experimental, de enorme interés y de lectura ágil. Sin concesiones. Su autora huyó de Hungría a Suiza y tuvo que trabajar durante años en una cadena de montaje. Habla con la misma seguridad con la que escribe, con una sencillez brutal: “No me interesa la literatura”.
Una mujer desesperada intenta ahogar a su bebé recién nacido en un río. Claus –o Lucas, no importa-, le pregunta si necesita ayuda. Él puede ahogar al bebé, si ella quiere. Ella contesta que no, que el momento ha pasado, que no puede. Entonces él los acoge, los ayuda, con la misma sencillez con que habría ahogado al niño. No hay el menor sadismo en esta novela. No hay ninguna crueldad. La impresión de extrañeza es grande a lo largo de la lectura. El distanciamiento de los hechos cambia los hechos.
En fin. Una novela que se puede encontrar ahora en las librerías con facilidad y que merece la pena leer, sin duda. Añado que en el grupo de lectura en que la leímos –yo la había leído antes- impactó y entusiasmó como ninguna otra hasta el momento.

2 comentarios:

  1. He tenido el libro entre las manos un par de veces, que sí, que no... pero al final nunca lo cogía. No sé si era la foto o que la historia me parecía algo cruel y no era el momento... pero vaya, me has animado y la próxima me lo llevo, jeje.

    En cuanto a la literatura actual de este país... uff, cógela con pinzas. Se están haciendo cosas buenas pero son las menos (es mi opinión, eim?), demasiado humo en muchísimas ocasiones. Aún así yo insisto, cabezota que es una, jajaja. Y algo brillante aparece de vez en cuando.

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