Si en España hubiera un sentir patriótico Trafalgar y El 2 de mayo serían los monumentos épicos nacionales. Mucho más que El Cid. Pero no lo hay, es evidente. Incluso así, el sentimiento épico puede ser comprendido. A punto estuve de levantarme de mi asiento en el cine gritando “¡Vive la France!” tras la escena final del Napoleón de Abel Gance. Y tras el discurso de Kenneth Brannagh en Enrique V –bueno, de Shakespeare- también quería gritar “God save the King” -o the queen or whatever. Sé apreciar una buena narración épica. Tras la lectura de Trafalgar y de El 2 de mayo bien podría haber gritado “¡Viva España!”. Porque la épica es lo que tiene. Aunque también es el género más susceptible de hacerme enrojecer de vergüenza cuando no alcanza la grandeza necesaria, es decir, el 99,99 % de las veces. Es lo que tiene el patriotismo. Sólo hay que ver cualquier película norteamericana.
Vivir en libros, vivir en aire. Catálogo y cesta de la compra, a la izquierda. Envíos gratis en España.
domingo, 28 de marzo de 2010
Humillados y ofendidos. Fedor Dostoyevski

Se da nota a pie de página, al final, de la recepción de esta novela: un gran éxito popular. Apareció en la revista del hermano de Fedor Dostoiewski, Miguel, y supuso el despegue definitivo de la misma. La crítica se mostró dividida. Algunos la elogiaron sin reparo, pero otros la consideraron demasiado folletinesca y también observaron inconsistencia en algunos caracteres.
Y sí, estoy con ellos. Es un tanto folletinesca: muchas coincidencias inverosímiles en un contexto realista, muchas anagnórisis emocionantes. No es una de las mejores novelas de Dostoiewski, desde luego. Es perceptible su carácter de novela por entregas. Recuerda a las novelas por entregas de Dickens. Pero qué más da. Es un placer volver a leer a Dostoiewski, ahora y siempre.
La aparente simplicidad de una división del mundo en bondad-maldad queda desmentida por la complejidad psicológica de algunos personajes, y por ciertas flechas lanzadas a la oscuridad del alma humana. Unos pocos santos se desenvuelven en un mundo lleno de maldad y locura en que se compran niñas, se disimulan noches de desenfreno y disolución, e incluso algunos de los héroes íntegros y bondadosos sienten esa atracción de lo oscuro. ¿Cómo comprender un amor como el de Natacha, tan excesivo y destructivo para ella? La relación del protagonista narrador, Vania, con la niña, Nelly, es un punto muy oscuro en esta novela. Tiene trece años y está enamorada de él, y él siente por ella un enorme cariño, pero la cuestión es si llega a haber entre ellos algo más que cariño fraternal. Un par de frases en el libro sugieren que así es, un par de silencios llenos de significado. ¿Qué final de capítulo cuenta un regreso a casa?
“Volví a casa. Nelly me recibió con su diáfana carita.”
Y sí, estoy con ellos. Es un tanto folletinesca: muchas coincidencias inverosímiles en un contexto realista, muchas anagnórisis emocionantes. No es una de las mejores novelas de Dostoiewski, desde luego. Es perceptible su carácter de novela por entregas. Recuerda a las novelas por entregas de Dickens. Pero qué más da. Es un placer volver a leer a Dostoiewski, ahora y siempre.
La aparente simplicidad de una división del mundo en bondad-maldad queda desmentida por la complejidad psicológica de algunos personajes, y por ciertas flechas lanzadas a la oscuridad del alma humana. Unos pocos santos se desenvuelven en un mundo lleno de maldad y locura en que se compran niñas, se disimulan noches de desenfreno y disolución, e incluso algunos de los héroes íntegros y bondadosos sienten esa atracción de lo oscuro. ¿Cómo comprender un amor como el de Natacha, tan excesivo y destructivo para ella? La relación del protagonista narrador, Vania, con la niña, Nelly, es un punto muy oscuro en esta novela. Tiene trece años y está enamorada de él, y él siente por ella un enorme cariño, pero la cuestión es si llega a haber entre ellos algo más que cariño fraternal. Un par de frases en el libro sugieren que así es, un par de silencios llenos de significado. ¿Qué final de capítulo cuenta un regreso a casa?
“Volví a casa. Nelly me recibió con su diáfana carita.”
Claus y Lucas. Agota Kristof

Claus y Lucas es una novela sorprendente, cuando menos. Muy original. La primera parte –la primera novela, pues es una trilogía cuyos libros se escribieron y publicaron en lapsos de años- es un intento de utilizar un lenguaje denotativo en el que no caben opiniones, sentimientos, aproximaciones. Un intento exitoso, si pasamos por encima de la mirada inevitable, del punto de vista, de que lo que nos muestra -la autora, a través de los gemelos- es sólo algo de lo que nos podría contar, de la infinidad de posibilidades de la vida. Quienes lo hacen son dos niños, en primera persona, para hablar del mundo amenazante en torno a ellos, contra el que se ejercitan: ejercicios de endurecimiento, de inmovilidad, de hambre, de ceguera, de crueldad. Es imposible abrir este libro y no seguir leyendo. No hay ni un adjetivo, ni un verbo de sentimiento. “Sólo hechos”. Los niños no pueden decir “mamá nos quiere”, porque no tienen la seguridad de ello. Dicen “mamá nos abraza y llora”.
En la segunda parte los gemelos se han separado, y la ausencia del otro duele como si uno hubiera sido escindido. Está incompleto. Se abre. Conoce la amistad y el amor. La vida ya no está al otro lado de un cristal. Sin embargo, la tercera parte obliga al lector a reconsiderar esa vida. Es de difícil comprensión, o casi imposible comprensión. ¿Qué es una historia de una vida? La gran mentira es el título de una de las novelas. A través de la narración construimos la vida.
En la segunda parte los gemelos se han separado, y la ausencia del otro duele como si uno hubiera sido escindido. Está incompleto. Se abre. Conoce la amistad y el amor. La vida ya no está al otro lado de un cristal. Sin embargo, la tercera parte obliga al lector a reconsiderar esa vida. Es de difícil comprensión, o casi imposible comprensión. ¿Qué es una historia de una vida? La gran mentira es el título de una de las novelas. A través de la narración construimos la vida.
martes, 23 de marzo de 2010
El detén, Claribel Alegría
El malestar al alcance de todos. Mercedes Cebrián. (Caballo de Troya, 2004)

Sus relatos destilan humor, acidez con carga de mala leche que finalmente nos rechinan al enfrentarnos y reconocer las poses y sinsentidos en las que nos movemos, al aceptarlas sin más como válidas. Basta una mirada distinta, un sesgo entresacado de la realidad para descubrir el malestar y Cebrián lo logra con la sencillez de sus historias, con un lenguaje adaptado perfectamente a lo que desea contar y que en todo momento leemos como reconocible. Y no es difícil sonreir al final de cada cuento siendo conscientes de que se trata de un espejo en el que no saldríamos del todo bien parados si persistiéramos en la mirada.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Ese amor, Yann Andréa

Tusquets
Él, Yann Andréa, tenía 27 años. Ella, la gran Marguerite Duras, tenía 65. Él creyó enamorarse, actuaba, vivía y respiraba como si realmente lo estuviera. Ella, sin embargo, era la única que parecía conocer la verdadera identidad de su acompañante. Se querían, se respetaban, pero era una relación tormentosa, imposible. Y no por la edad, no, eso nunca importó. Más bien por sus carácteres, por su naturaleza. Eran amantes y cómplices y cuando ella se murió él creyó morir también a su vera. Como consecuencia vino la soledad, la autodestrucción, el salvajismo del ser humano, el animal que llevamos dentro. La escritura vino después, poderosa, reclamando su sitio. Y así surgió este libro, esta larga carta de amor.
Cada palabra contiene en su interior un profundo sentimiento y un imperioso dolor aún latente. Esconde, Yann, entre las líneas el desgarro que le produce en cada átomo de su cuerpo la ausencia de Marguerite, el pasado y el tiempo que nunca volverán, las risas, la bebida que sabía mejor a su lado, las calles de París. París, cuna y tumba de su amor, testigo mudo de rumores, críticas, pero también de mucho cariño y respeto. París, la tumba de la Duras, y de Yann. Tras su muerte él nunca volvió a ser el mismo.
Cada palabra contiene en su interior un profundo sentimiento y un imperioso dolor aún latente. Esconde, Yann, entre las líneas el desgarro que le produce en cada átomo de su cuerpo la ausencia de Marguerite, el pasado y el tiempo que nunca volverán, las risas, la bebida que sabía mejor a su lado, las calles de París. París, cuna y tumba de su amor, testigo mudo de rumores, críticas, pero también de mucho cariño y respeto. París, la tumba de la Duras, y de Yann. Tras su muerte él nunca volvió a ser el mismo.
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