miércoles, 30 de diciembre de 2009

Libros 2.009


Ahora que termina el año pensé que sería una buena idea que cada una de nosotras hiciera un recuento de los libros del 2.009. Si os apetece la propuesta…

Primero pensé en un número determinado de libros, ¿diez, nueve, cinco? Limitarme a ellos. Luego al tuntún, los que recordara llegando sin más al lápiz. Más tarde en hacer (o tratar de) un ejercicio de memoria y comprobar cuántos me dejo en el tintero por mi mala cabeza, debería hacer una lista de los libros que voy leyendo pero no, las listas encierran y asfixian, reducidas a los márgenes donde todo parece estrecharse (Umberto Eco ha publicado un libro que habla de eso mismo, de listas; me causa curiosidad pero aún no lo he ojeado en ninguna librería). Al final lo mejor será lo del tuntún, soy tarambana yo y mejor escribir sin dobladillos que me hagan tropezar. Ahí van, los libros o los autores, no los dobladillos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las palabras de la tribu. Francisco Umbral

Me gustan los libros de escritores que hablan de otros escritores, no por seguir patrones, no siempre coincido con ellos, suelo ser muy mía en mis inclinaciones, pero me gusta la mala baba que suelen gastar, me divierte el tono que adoptan a la hora de masacrar o ensalzar al compañero de oficio. Y algo de curiosidad malsana por mi parte, también, al fin y al cabo conocer gustos ajenos nos lleva a conocer al otro y en el caso de un escritor que escribe sobre otros, no puede evitar ofrecer una porción más íntima que la que deja entrever en sus escritos. Las filias y fobias son así y todos adolecemos de ellas, sin excepción.
En Las palabras de la tribu, Umbral hace un recorrido desde Rubén Darío a Cela. Partiendo del Modernismo que nos llega de la mano de Rubén -alumbrando todo lo que toca con su poesía y estilo- pasa por Galdós, Valle, Baroja, Ortega, JR Jiménez, Guillén, Alexaindre, Vallejo, la generación del 27, del 36, el humor, la posguerra... en fin, las tendencias literarias del S.XX hasta los cincuenta en nuestra literatura que no serviría de nada extender aquí. Todo ello con el tono que caracteriza a Umbral, su lirismo, cabezonería, cierta chulería se podría decir, ¿por qué no? Y esa forma de contar que consigue arrancar en mí la admiración por el uso magistral de la palabra, del respeto a las metáforas y sus cabriolas, el lenguaje amado y agasajado me parece en él.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Primera memoria, Ana María Matute

Será porque Ana María Matute a sus ochenta y tres años sigue siendo, ella misma así lo afirma, sigue siendo un niño -que no una niña- de once años, será por eso que, aunque Primera memoria está relatado desde el tiempo, desde lo adulto, será por eso que la voz sigue siendo la de una muchacha de catorce años. Porque Matia, la protagonista, cuenta lo que ocurrió en su infancia y lo cuenta sin desvelar dónde está, cuánto tiempo ha pasado desde entonces, en qué mujer se ha convertido, y eso hace, ese desconocimiento, que toda la novela parezca relatada por una niña -no por el vocabulario ni lo simple, oh no, ni mucho menos-, porque son los ojos de la Matia chiquilla los que gobiernan y zarandean a los de la Matia adulta. Y será por eso, porque sigue siendo un niño de once años, y por mucho que peine ya una melena completamente blanca, que sus ojos siempre serán de muchacho, de niño con pantalones cortos y piernas desiguales, rotas, moradas. Pocas veces la voz narradora te recuerda que aquello ocurrió en el pasado y nunca te habla del presente -quizá porque es la primera entrega de una trilogía, aunque independientes los libros que la componen- y eso te hace sumergirte de lleno en una vida que todavía no ha entrado en el mundo de los mayores, a ésa a la que el lector cree confusamente pertenecer.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Coronación, José Donoso

Andrés es el típico hombre maduro que ha quedado soltero y ya es demasiado viejo para casarse y demasiado joven para estar tan solo. Y, sin embargo, él es feliz así, con su vida tranquila y calmosa, para alarma de todos. La abuela, nonagenaria, loca y postrada en una cama, es la única familia que le queda, después de que su abuelo muriera y dejara como última voluntad, a pesar de haber pasado los últimos años lejano y como de otra familia, que las dos criaditas de toda la vida se ocuparan de ella. Y en ésas están: la anciana, sabia y desquiciada, gobernándolo todo incluso sin poder moverse, las dos criadas, obedeciendo, acostumbradas al espesor y la quietud de la casa, y él, contemplativo e inmóvil, dejando que cualquier oportunidad que le sacuda pase de largo. La vida pasa tranquila en la casa de los Abalos, todo envuelto en lujo y servidumbre. Pero entonces ocurre lo que nadie cabía esperar: viene Estela, la sobrina de una de las criadas, para quedarse. Después de tantas muchachas como han pasado por la habitación de doña Elisa, Estela llega dispuesta a cuidarla y a no dejarse intoxicar por la locura de la vieja. Y todo está en orden hasta que aparece Mario en su vida. O hasta que Andrés empieza a ver en la chiquilla algo más que eso. O hasta que el hermano de Mario desaparece y vuelve cargándolo de tanto pesar, de tanta ruina. O hasta que Carlos, el médico, amigo de Andrés, ve en él un ser ridículo. O hasta que la anciana recobra toda la cordura maligna y terrible y arroja luz donde debe haber oscuridad.