miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fragmentos de interior, Carmen Martín Gaite

Siruela, 2010

No sé muy bien qué decir de esta novela, que tanto ama Jenn Díaz (ni siquiera he querido leer lo que haya dicho, para ofrecerle una lectura fresca), que no había leído hasta ahora y cuya maestría reconozco de inmediato. Seguiré con todo lo de Martín Gaite, sin duda. ¿Qué? ¿Que es perfecta? No es más ni menos de lo que se propone. Tal elegancia es rara. Si tuviera que acabar en tres palabras diría: “Novela psicológica. Buenísima”. Aunque tampoco es una novela psicológica. Costumbrista, dicen otros. Sí, pero no es su objetivo ser una novela costumbrista. No añadiría que no brilla porque lo que cuenta no brilla, que su realismo es tal que no nos asolan paisajes oníricos ni nos sorprende una trama imprevisible. Es como la vida misma. Alguien que la cuenta muy bien, pero no intenta adornarla ni disfrazarla. Noto una honradez enorme en la manera de contar, un afán de decir exactamente lo necesario, la mirada posada en su objeto con toda intensidad, sin dejar nada fuera para que el autor se luzca, sin dejar nada fuera para congraciarse con unos u otros. Solo la realidad de unos personajes cuyos gestos podemos ver, personajes de esos que te parece conocer desde siempre, pero que no son un estereotipo, no son tipos, sino personas de verdad. 
Una familia que se disgrega (vemos casi a los personajes salir disparados hacia afuera por la fuerza centrípeta de esa dispersión) con el sufrimiento que provocan las relaciones de dependencia y poder (independencia / dependencia) al evolucionar y, más aún, antes de estallar. Varias líneas argumentales que confluyen en el tema del amor. Romántico. Familiar. Del amor. Preguntas eternas como si el amor es causa de sufrimiento y cómo liberarse de ese sufrimiento sin dejar de amar. ¿Es posible? 
Hay dos historias de amor en la novela. Agustina, mujer de 50 años que fue bella y feliz, se niega a aceptar que ese amor ya no es suyo, que nada queda en el presente de aquella dicha. Luisa, joven de 20 años que viene a Madrid a buscar a un novio de verano que, como se verá, no la esperaba. Entre ellas, entrelazados de manera perfecta, hijos, esposos, amigos. Cómo supo Carmen Martín Gaite hablar del amor sin caer en tópicos, ideas repetidas hasta el hartazgo, superficialidades. 
Recuerdo cómo se durmió finalmente Agustina solo después de haber hecho sentir a su hijo Jaime la misma desesperación que la agobiaba a ella. ¿Amor? ¿Qué es amor? Isabel, independiente, fuerte, ¿ama lo mismo que Jaime a su madre? No hay manera de saberlo, pero parece que no. 
Cómo se resolverán ambas historias, las de Agustina y Luisa, tan semejantes en cierto modo, es lo que sabrán si leen esta novela redonda y perfecta. Sin alejarse de lo cercano (de ahí ese “costumbrismo” en el que la catalogan algunos), fue capaz de escribir una gran novela que ojalá lean. Me ha sabido a poco y quiero más. 

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