viernes, 19 de noviembre de 2010

Alondra, Dezsö Kosztolányi


Ediciones B, Zeta bolsillo, 2010, (trad. Judith Xantús).
Dezsö Kosztolányi (Szabadka, 1885-Budapest, 1936) fue uno de los primeros colaboradores de la mítica revista Nyugat, que aglutinó a la vanguardia artística de Hungría y tuvo su época de esplendor antes y después de la Gran Guerra. La ciudad de Szabadka es una ciudad de provincias, un poblón, como se llamaba en España con desprecio a las ciudades del estilo, y en ella se inspira Kosztolányi para crear su literaria ciudad de Sárszeg, en la que se sitúan algunas de sus novelas, Alondra
entre ellas. Los húngaros se sentían —como ocurría en casi todos los países europeos que no estaban en vanguardia, por otra parte, entre ellos el nuestro— atrasados, alejados del centro y, verdaderamente, el campo mantiene un estilo de vida cuasi feudal. Sólo «Buda», Budapest, adquiere en la época una vitalidad y una efervescencia cultural que la asemejan a París. Dezsö se fue pronto a Budapest y allí se quedó, trabajando como periodista durante toda su vida y publicando una profusa obra muy variada.
Alondra es una joven —no ya tan joven— muy fea. No tan fea como para ser observada constantemente como monstruosidad pero sí lo suficientemente fea para que la gente aparte de ella la mirada. No es siquiera mera fealdad; es una fealdad desagradable que, de alguna manera que no identificamos, incluye el alma. Su propio padre, que la ama, al verla bajo una sombrilla, piensa: «Una oruga debajo de un rosal».

Además, tiene ya 35 años, lo que para la época era haber perdido, en la práctica, la posibilidad de formar una familia, por buena que fuera la dote que guardara para el caso. Lo que se ha llamado, durante mucho tiempo y hasta no hace tanto, y que aún hoy en día se mantiene vivo el subconsciente y no tan subconsciente de muchas personas, una solterona. En Qué bello es vivir, el protagonista disfruta del privilegio de ver qué habría sido de los que lo rodean si él no hubiera nacido: uno es un alcohólico, otro es malvado, la ciudad se ha entregado al vicio… pero lo insoportable es que su esposa, su alegre e independiente esposa, es… ¡bibliotecaria!, ¡solterona! Eso no lo soporta. Por eso decide que sí, que quiere recuperar su vida.
Cuando el destino de la mujer es el matrimonio y la crianza de los hijos y no hay más opciones, ser solterona es ser un cadáver en vida, un individuo no realizado, una mujer no mujer. Y la novela de Kosztolányi refleja el aburrimiento, la mezquindad angustiosa de una vida tal, no sólo para Alondra sino para sus viejos padres. Porque la novela no trata, o no sólo, sobre Alondra, sino sobre sus padres. Alondra se va una semana a casa de unos parientes, y todo cambia. Los sentimientos encontrados de los padres respecto a Alondra los enfrentan a sí mismos y a su vida. La ciudad es otra. Tan pronto la vida que llevan cuando Alondra está a su lado semeja un sueño, un presente continuo en el que jamás ocurre nada, como es la vida a la que se han entregado o que los ha atraído durante esa semana la que se convierte en un sueño habitado por fantasmas. Tan pronto el hogar es fantasmal como lo es la ciudad. Desfilan personajes magistralmente retratados por Kozstolányi en una pincelada, con una perspicacia impactante. La pequeña ciudad de Sárszeg en 1899 (la novela es de 1925) puede ser cualquier pequeña ciudad europea, no sólo del fin de siglo sino de una época que se extiende hasta no hace tantas décadas en nuestro país, por ejemplo, y valga como muestra la institución del casino como centro social. Fuera de la historia, anclada también en esa duración eterna que es el presente. Un presente sin fin. La burguesía y los bohemios: el médico, el boticario, el jefe de bomberos, el periodista, el juez, los actores y las actrices.
Si tuviera que resumir el tema de la novela diría que trata del silencio hondo, el de la represión, el de lo que no se menciona, ni a uno mismo, para que no exista. De los sentimientos que se entremezclan con el amor más profundo cuando la desgracia anda en juego. De la tristeza que se pega al cuerpo como neblina, sin verse.
Muy recomendable, al igual que todas las obras de Kosztolányi, de quien Sándor Marai dijo: «Todo lo que Deszö Kosztolányi escribe es invariablemente perfecto».

3 comentarios:

  1. queria dicirte que tienes muy buena

    info y un agradable blog.

    saludos y sigue asi con todos tus

    proyectos

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  2. Me la apunto. Como ya te dije una vez ando algo pez en literatura centroeuropea y deben ser los nombres, imagino, ya, una tontuna, pero me cuesta arriesgarme con los autores. Mejor ir ya con algo recomendado...

    El sentido de una bitácora como esta, no?

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