domingo, 14 de febrero de 2010

La amante de Bolzano. Sándor Marai

La amante de Bolzano.
Ediciones Salamandra.
Si, así en estilo técnico, el ritmo en narración es la proporción entre la cantidad de acciones y la cantidad de texto, entonces La amante de Bolzano tiene un ritmo extremadamente lento. Cómo no, si consiste casi sólo en una serie de monólogos en torno a la figura de Giacomo Casanova. Es una gran novela.
Sandor Marai se deja arrastrar por el discurso. Nunca antes fue tan teatral. Un personaje prueba su voz, quizá carraspea un poco, la escucha fortalecerse y crecer, y la deja ir, la sigue, la domina sin coartarla, la deja crecer, pues habla para un público, con intención persuasiva o seductora. El público es Giacomo, el objeto de toda acción y de todo pensamiento es Giacomo, esa fuerza de la naturaleza que, por donde pasa, despierta la sensibilidad, el deseo, la fascinación, el sueño, y aún así es una incógnita.
Nadie sabe qué es Giacomo Casanova. Ni él. Ser fiel a sí mismo puede equivaler a nada. Necesitar la compañía, porque si no somos reflejados en otros ojos no existimos, eso es Giacomo. La aventura. La aventura, el género que no tiene fin. El héroe se aleja y sabemos que sus aventuras no han terminado, que no pueden terminar nunca. Lo contrario del “Fueron felices y comieron perdices”. ¿Y el amor? La novela trata del amor, de la aventura, de la pasión. Y de un yonqui, de un vampiro.

El monólogo del Conde de Parma –marido de Francesca, la única mujer que podría ser, quizá, “la única”- es una obra maestra del mónologo y si yo fuera actriz lo representaría, porque crece y disminuye y ocupa un teatro entero sin aburrir un instante, y es uno, una unidad, un acto:
-Tú, que eres escritor…
-Tu género es la aventura.
Un Casanova que profundiza como ninguno en el arquetipo Casanova, ese arquetipo surgido de un hombre que existió en la Europa del siglo XVIII y que todos utilizamos para pensar en la realidad. Este Casanova no es guapo; más bien al contrario. No es gracioso y ligero como el de Lasse Hallström, no es el Casanova onírico de Fellini; no es, sin duda, Don Juan, ni el Vizconde de Valmont; no es el seductor de Kierkegaard. Es un misterio, un vacío activo que deseamos y desea. Fascina.

2 comentarios:

  1. Siempre me voy convencido de aquí.
    Te compraría helados en el Polo.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. jejeje, Genial!

    Pásate por mi blog amiga:
    www.lamansiondelpoeta.blogspot.com

    y SÍGUENOS!

    ResponderEliminar

Si hay algún libro que quieres que reseñemos y no está en nuestro archivo, dínoslo. A lo mejor alguna de las colaboradoras se lo ha leído y puede escribir sus impresiones, o, si no, quizá directamente lo añada a su lista de pendientes y lo acabe leyendo. Escríbenos tu propuesta. Y no dejes de decirnos todo lo que se te pase por la cabeza.