Espasa-Calpe
“Todos dicen que la vida es un escenario. Pero la mayoría de las personas no llegan, al parecer, a obsesionarse por esta idea, o al menos no tan pronto como yo. Al finalizar mi infancia estaba firmemente convencido que así era, y que debía interpretar mi papel en ese escenario sin revelar jamás mi auténtica manera de ser. Como esa convicción iba acompañada de una tremenda ingenuidad, de una total falta de experiencia, pese a que existía la constante sombra de duda en mi mente que me hacía sospechar que quizá no estuviera en lo cierto, lo indudable es que todos los hombres enfocaban la vida exactamente como si de una interpretación teatral se tratara. Creía con optimismo que tan pronto como la interpretación hubiera terminado bajaría el telón y el público jamás vería al actor sin maquillaje. Mi presunción es que moriría joven era otro factor que colaboraba a mantener esa creencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese optimismo, o, mejor dicho, ese sueño en vigilia, concluiría en una cruel desilusión”.
Yukio Mishima “ Confesiones de una máscara”. Capítulo 3La confesión de esta máscara es la confesión de una vida. No habla la máscara, habla la persona, a cara descubierta, con cierta vergüenza, quizás incluso con cierto remordimiento. Qué paradoja, la de la máscara, ¿verdad? Mientras lo leía me acordaba de todas las veces que tuve que agachar la cabeza en mi vida, para sacar pecho después porque ésa era quien yo era, y así es como el joven japonés de la historia es. Sin trampas ni cartón, pura sinceridad. Detrás de esa máscara se ha ocultado siempre un hombre valiente, que necesita del apoyo de la máscara para decir “esto he sido”. No habla detrás de ella, ya no se esconde. Nos cuenta que la ha llevado impuesta desde la infancia y que eso ha marcado su vida. Pero, ¿qué podía hacer? En el Japón de la posguerra y en una familia cuya figura dominante es la abuela, obligado a quedarse en casa, relegado a la vida sedentaria, a ocultar su homosexualidad, castigado a no herirse.
El título es una paradoja, porque la verdad es que nunca ha habido confesión más abierta y honesta que ésta. Su primera novela y su primera gran obra. También fue el primer libro de Mishima que leí, y qué impacto, qué sensación. Me revolvió por dentro, Mishima, sí, con su escritura, con su sinceridad. Sus obsesiones fueron las mías. Y me dio qué pensar. Nuestra sociedad no es la sociedad del Japón de la posguerra, pero bien podría serlo. Somos afortunados. Aunque tenemos algo en común, aquel país y nosotros: carecemos de la misma libertad. Nos creemos libres pero no lo somos, precisamente por todas las opciones que tenemos.
En este escenario que es la vida, él desechó su máscara, dejó de ser actor, y con honor y valentía dio la cara. El único guión era su vida y con ello se lleva mi aplauso. Bravo.
Otro que va al Debe.
ResponderEliminarNo me va a quedar tiempo para tantos.
Besos.
Bienvenida Chisholm...
ResponderEliminarA Mishima hace años que no vuelvo y tu entrada me lo ha recordado. Lástima tan poco tiempo y tantos libros!
Gracias Margot, un placer!
ResponderEliminarMishima es de los autores japoneses el que más me gusta. Pero es cierto, no tenemos tiempo para todo, qué pena.
Pues habrá que leerlo, me encantan algunos autores japoneses como Kazuo Ishiguro y Haruki Murakami, también kenzaburo Oé.
ResponderEliminarUN abrazo.
Más allá de la simple confesión de una sexualidad intensa e irrefrenable, la narración se torna, por momentos, en una angustiosa negación de sí mismo. El relato, inserto en el segundo cuarto del siglo XX, abarca desde el mismo momento del nacimiento de su protagonista, Koo-chan, hasta el instante en el que finalmente éste percibe que jamás podrá desprenderse de su máscara, que su vida siempre consistirá en un forzado disimulo.
ResponderEliminarReseña completa: http://www.aintervalos.com/2012/09/confesiones-de-una-mascara-yukio-mishima.html