lunes, 6 de septiembre de 2010

El mismo mar de todos los veranos. Esther Tusquets. Anagrama.


En la contraportada una fecha, Diciembre del 90, como a la autora, a mí comienza a sucederme lo mismo: un instante de mi vida en la que todo pareció suceder hace mucho tiempo. En cualquier caso al menos su lectura se repite por tercera vez otro verano. No es tanto a lo largo de algo más de 20 años, si lo piensas bien. Y una vez abierto, sus palabras continúan guardando el mismo frescor, su lectura hipnótica sigue atrapándome y los pensamientos concéntricos, entrechocados y convulsos de la protagonista me sumergen de nuevo en su historia, en su desesperación y hastío, la indiferencia hacia una vida que no eligió. Un libro plagado de juegos, intentando retornar a la inocencia que significaban en la infancia pero ahora imposible, ahora que los juegos se trocaron en disfraces. Y el amor como sueño imposible por la existencia de la traición, la traición de ellos hacia nosotros, de nosotros a nosotros mismos, a nuestras aspiraciones y sueños, también.